La forma y el fondo
HUBIERA SIDO algo más que una cortesía -en realidad se trata, de un deber democrático- que un político que hace campaña en unas elecciones, como Felipe González la hizo en las recientes pidiendo el voto para su partido, compareciera después ante el electorado a fin de hacer una valoración de los comicios. No sucedió así y, con la excepción de pequeñas y marginales declaraciones con motivo de sus desplazamientos al extranjero, el presidente del Gobierno prefirió esperar hasta anoche mismo para salir a la pequeña pantalla, de mano del portavoz oficial bis -doña Victoria Prego-, a establecer su prédica.Antes de hacer un análisis del contenido -escaso- de lo que dijo el presidente, merece la pena subrayar la nula credibilidad del método que utilizó. Los medios de comunicación, en una sociedad libre, tienen, entre otras, la misión reconocida del control del poder, y el propio presidente así lo puso de relieve anoche. Pero es el poder político el que controla en exclusiva TVE -y, según ha trascendido, la disposición del partido socialista es a controlarla aún más en el futuro-. Con estas charletas desde su despacho, en las que ni siquiera ha tenido la habilidad de cambiar de interlocutor, el presidente se garantiza la inexistencia de preguntas incómodas, siempre probables en una conferencia de prensa. De modo y manera que a lo que asistimos ayer fue a un acto de propaganda y no a un programa informativo. Lo que no quiere decir que estuviera de antemano desprovisto de interés, sino sólo huérfano de toda transparencia. Los ciudadanos tienen derecho a lamentar este abuso, pero mucho más han de lamentarlo a medio plazo sus protagonistas -en el periodismo y en la política-. Las reglas del juego de la democracia no son algo a inventar, sino que están ahí. La manipulación total es imposible mientras se respete un ámbito de libertad, y acaba volviéndose, por lo mismo, contra los propios manipuladores.
Las formas, por lo demás, no son nunca inocentes respecto a los contenidos. A un sistema tan poco fiable de comunicarse con la opinión sólo podía corresponder una exposición tan poco interesante y esclarecedora como a la que el televidente fue sometido. Las culpas se pueden echar a medias a entrevistadora y a entrevistado, pues, si éste hizo gala de su inveterada tendencia a irse a las generalidades y a comportarse como un profe de una sociedad mejor informada de lo que su intervención hace suponer, aquélla parecía la alumna aventajada. Con lo que nos quedamos todos sin saber qué cosa será esa del ajuste fino, sin duda porque el propio presidente no está seguro tampoco de la definición.
O sea, que para qué vamos a hacer índice de ausencias. Aprendimos mucho de teoría económica y muy poco de lo que se propone hacer el Gobierno. También supimos que el presidente apoya a su ministro de finanzas, y a su ministro de la policía, cosa obvia, toda vez que los mantiene. El análisis de las elecciones fue despachado rápidamente y con aseo. Y al menos en eso Felipe González ofreció un atisbo de autocrítica que merecería ser aprovechado por él mismo. Si quiere hacerlo, y aprender algo de por qué hubo ese descenso electoral de los socialistas, le puede ser más que útil la contemplación del vídeo del programa de ayer.
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