Empresa y presidencia provocan un escándalo mayúsculo en Las Ventas
JOAQUÍN VIDAL La fiesta acabó a almohadillazos, bronca, escándalo mayúsculo y una afición que abandonaba la plaza indignada por la desvergúenza de unos toros que no se tenían en pie, otro que saltó al ruedo con una comada y, naturalmente, rodaba continuamente por la arena. La afición estaba indignada con la empresa que sirvió semejante saldo y con el presidente Lamarca que lo toleró manteniéndolo en el ruedo en contra de la justificadísima protesta del público, de lo que claramente previene el reglamento y del mismísimo sentido común.
La connivencia del palco con el empresario -una gravísima acusación que coreaba la plaza-, no será cierta, pero en el universo de las explicaciones nadie encontraba ninguna que justificara la pasividad del presidente cuando veía al toro trastabillar o sencillamente tumbado en la arena, pugnando penosamente por incorporarse. Tan inepto y tan miope no se puede ser.
Chaparral / Domínguez, Sánchez Puerto, Durán
Tres toros de El Chaparral, 42 y 52 de Jesús Trilla -bien presentados, flojos-, 3º sobrero de Sayalero, con trapío, bronco. Roberto Domínguez: estocada (ovación y salida a los medios); bajonazo descarado y dos descabeflos (aplausos y también pitos cuando saluda). Sánchez Puerto: estocada corta trasera atravesada (aplausos), dos pinchazos, media, rueda de peones y dos descabellos (ovación y salida al tercio). Curro Durán: dos pinchazos muy bajos y estocada corta baja (ovación y salida al tercio); estocada (protestas). El público abroncó al presidente y lanzó objetos al ruedo en protesta por la invalidez del ganado.Plaza de Las Ventas, 28 de junio.
El sexto toro apareció con una cornada que hubo de sufrir antes de que lo enchiqueran y esa es responsabilidad compartida de la empresa y de la autoridad, que debieron sustituírlo ya en los corrales, en cuanto se produjo la herida. Ese toro se caía a cada paso y suscitó la acalorada protesta del público, como era de esperar. Pero el presidente mantuvo su lidía y, como era también de esperar, la protesta desenvocó en un escándalo mayúsculo, con bronca cerrada al palco y al burladero desde donde suele contemplar sus desaguisados la empresa, furioso lanzamiento de almohadillas, botes y cuanto objeto duro tenía la gente a mano.
Ahora escampó la tormenta y presidente y empresario se aprestan para otra. Pero no es justo. No es justo, de ninguna manera, que la arbitraria inhibición de uno, el prepotente desahogo de otro, queden impunes, cuando de ambas actitudes se dedujeron la desconsideración y la burla a un público que pagó religiosamente, y a muy alto precio, sus entradas. Pretenderán que no pasó nada, pero sí pasó. La gente se sintió estafada, con toda la razón del mundo, y los poderes públicos tienen que salir en su defensa, con medidas ejemplares para que atropellos como el de ayer no se vuelvan a producir.
Luego estuvo la arrogancia de Curro Durán, empeñado en hacerle faena al inválido y pretendiendo, con gestos displicentes, que el público no llevaba razón. Antes, cuando su otro inválido fue devuelto al corral, también anduvo de malos modos por los callejones. De un tiempo a esta parte algunos toreros le están perdiendo el respeto al público de Madrid. La siniestra campafía de descalificación del público de Madrid que han emprendido los taurinos con el apoyo de sus corifeos está equivocando a muchos. Uno de ellos, Durán. Que, por otra parte, estuvo muy bien en el sobrero, venciendo con valor y torería su peligrosa bronquedad.
Roberto Domínguez también estuvo por encima de sus toros, inciertos y de poco recorrido, con los que apuntó detalles de su fino estilo. Y Sánchez Puerto, que im primió hondura a sus muletazos, sobre todo en el quinto. Fue de un mérito tremendo que rizara el rizo del mando y del temple obligando a tomar la muleta a aquel pelmazo de media arrancada y genio, además cargándole la suerte en los redondos, suaves y largos; y que se adornara con exquisitos pases de la firma, trincherazos y ayudados. Aquí hay torero, y de los buenos.
Los picadores salieron ayer por la puerta del 7, a iniciativa de Vicente Zabala, crítico taurino de Abc. Es una buena idea, concebida para reducir el tiempo que tardan en recorrer medio ruedo, desde la puerta de cuadrillas. Pero no soluciona los graves problemas del tercio de varas. Unas veces, en efecto, se acortó ese tiempo, mientras otras los peones se llevaban el toro al burladero del 1 (como antes hacían con el del 7). Lo peor de la suerte -manguitos antirreglamentarios, puyazos traseros- continúa igual, y eso es lo que importa. La solución para acortar el tiempo está -entendemos- no en cambiar de puerta sino en que los presidentes ordenen la salida de los picadores en cuanto el toro esté fijado. Se gana tiempo y, sobre todo, se sigue así la lógica de la lidia. Claro que hablarles de la lógica de la lidia a estos presidentes de hoy da la risa.
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