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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Golfo de la guerra

LA ADMINISTRACIÓN de Reagan sigue adelante con su plan de escoltar con barcos de guerra, en el golfo Pérsico, a los 11 petroleros kuwaitíes que, mediante los trámites de un nuevo abanderamiento, pasarán en fecha breve a navegar bajo pabellón norteamericano. El anuncio, sin carácter oficial, de que el acorazado Missouri saldrá para reforzar a las unidades que patrullan ya las aguas del Golfo, ha provocado el recrudecimiento de las protestas de congresistas y senadores. Se oponen a esas medidas por el peligro que suponen de un conflicto armado con Irán, que podría llevar a una escalada como la del Vietnam. Por otra parte, conducen al abandono de la neutralidad proclamada oficialmente por EE UU en la guerra entre Irak e Irán. Y carece de lógica, después de haber violado esa neutralidad en favor de Irán con los envíos secretos de armas, hacerlo ahora en favor de Irak. Tanto más si se recuerda que Irak atacó el mes pasado la fragata Stark, causando la muerte de 37 marinos norteamericanos.Los planes de Reagan en el Golfo, tan impopulares en su país, no lo son menos entre los Gobiernos europeos, y asimismo el japonés, como quedó claro en la reciente cumbre de Venecia. No existe motivo serio, ahora, para adoptar medidas especiales para asegurar la libertad de navegación en el Golfo. Es cierto que la guerra entre Irak e Irán provocó alarma desde los primeros momentos, por el temor de que quedase cortado el transporte de petróleo, decisivo para Europa y Japón. Temor no confirmado, si bien desde 1984 unos 300 barcos han sufrido ataques en su navegación por esa zona. Pero la mayor parte de los ataques han sido causados por la aviación de Irak, ya que el impedir las exportaciones del contrario ocupa en su estrategia un lugar mas prioritario que en la de Teherán. La medida que ahora quiere llevar a cabo Reagan, en nombre de la libertad de navegación, es unilateral: protegerá a los 11 petroleros abanderados por EE UU, pero no a otros navíos neutrales. El efecto puede ser dejar en manos de Irán la decisión de provocar una ampliación de las zonas de combate, con la probabilidad de que el transporte del petróleo resulte mucho más dañado de lo que está hoy.

El secretario de Defensa, Caspar Weinberger, no ha disimulado que la decisión de EE UU tiende a impedir la presencia de la URSS en esa parte del mundo de tanto valor estratégico. Pero, como ha escrito en The New York Times George Ball, secretario de Estado adjunto con los presidentes Kennedy y Johnson, este problema no se plantea en términos de conflicto con la URSS, sino más bien de una posibilidad de cooperación que sería absurdo despreciar. Moscú ha arrendado a Kuwait tres petroleros, que son protegidos por una modesta flotilla naval soviética en el Golfo. El deseo de Kuwait ha sido comprometer a las dos grandes potencias para asegurar la exportación de su petróleo. El interés de la URSS no es ayudar a Irán, y no choca radicalmente con el de EE UU.

El problema de fondo, en el que están interesados tanto el Este como el Oeste, y sobre todo los países árabes, es impedir que Irán pueda ganar la guerra contra Irak. Han pasado los momentos en que esa victoria parecía muy probable. Pero la continuación de la guerra, además de los sufrimientos y muertes que causa, mantiene suspendida la espada de Damocles de un triunfo del Irán, que podría acarrear desestabilizaciones imprevisibles en el mundo árabe, incluso en el Mediterráneo. A esa preocupación responde la resolución que los cinco grandes del Consejo de Seguridad de la ONU (EE UU, URSS, China, Reino Unido y Francia) han preparado para imponer un cese de hostilidades. Para que éste sea el punto de partida de una acción efectiva tendente a poner fin a la guerra hace falta llegar a un acuerdo de aplicación de presiones, incluidas sanciones coactivas, contra el beligerante que rechazase el alto el fuego. Resulta incongruente por lo mismo que EE UU se lance ahora a una operación aventurera, con unos fines contrarios al, espíritu de colaboración para que la ONU pueda realizar una acción de paz.

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