'Luz verde' para el 'supercero'
EL Discurso del presidente Reagan del pasado 16 de junio dio luz verde a la delegación de EE UU en las negociaciones de Ginebra para que concluya con los soviéticos un tratado sobre la eliminación en Europa de los misiles nucleares de alcance intermedio (INF), largo y corto, es decir, de 500 a 5.000 kilómetros. La entrevista en Washington entre los responsables de Exteriores de la URSS y EE UU, Shevardnadze y Shultz, respectivamente, indica que ha entrado en vías de preparación el viaje de Gorbachov a EE UU el próximo otoño. Viaje previsto desde la cumbre de Ginebra de 1985 y durante el cual tendría lugar la firma del tratado, cuya redacción se está ultimando en Ginebra, materializando la opción supercero.De ahí a considerar inminente una Europa sin euromisiles media un gran tramo. Una vez firmado el tratado, el plazo de desmantelamiento será de cinco años. Quedan además puntos de desacuerdo, y algunos son serios. En primer término, el de los 72 misiles viejos Pershing 1-A, cuyos lanzadores pertenecen a la RFA, pero cuyas cargas nucleares están en manos norteamericanas. La conservación de esos misiles ha sido la condición que ha permitido al canciller Koffl arrancar la aprobación de su partido a la solución supercero. Reagan no ha mencionado el tema, aunque otros portavoces norteamericanos han dicho que esos misiles, al ser alemanes, podrían quedar al margen del acuerdo, referido a las armas de EE UU y de la URS S. Moscú ha rechazado tal pretensión con el argumento obvio de que Alemania Occidental no está autorizada a poseer armas nucleares. Esta controversia podría envenenarse, pero no es probable que acabe impidiendo el acuerdo.
Un síntoma favorable es que no hayan trascendido diferencias sobre el tema tan delicado del control y las inspecciones, causa en épocas anteriores del fracaso de muchas negociaciones sobre desarme¿ Según explicó el negociador soviético Víctor Karpov (véase EL PAIS de 29 de abril de 1987), la URSS acepta que comisiones de los dos países inspeccionen los emplazamientos de los misiles e incluso los centros de su eventual producción. Serían medidas sin precedentes en la historia y cuyas consecuencias es difícil medir.
¿Qué causas han permitido, precisamente en este momento, llegar tan cerca de ese acuerdo sobra la opción supercero? La primera y principal es la presión, ejercida por mil caminos, de una opinión pública mundial que desea la reducción de las armas nucleares. A ese factor se han agregado otros dos, no por coyunturales menos decisivos. En EE UU, la necesidad que tiene un Reagan maltrecho por el escándalo del Irangate de adecentar la imagen que de su presidencia va a quedar en la historia. En la URSS, la urgencia con que se enfrenta Gorbachov de lograr avances en el desarme internacional a fin de poder reducir los gastos militares como condición para abordar su reforma económica y neutralizar las resistencias de la oposición interna.
La significación histórica del tratado es indiscutible. Será el primer acuerdo de verdadero desarme, ya que los tratados anteriores, como los SALT o el ABM, han servido para limitar el crecimiento de los arsenales, mientras que ahora se trata de destruir materialmente una parte de las armas existentes. Si el tratado se firma, no es pecar de optimismo pensar que el clima será más favorable para avanzar en otros aspectos del desarme. Entramos así en una nueva fase de la política europea, en la que se podrán revisar conceptos de defensa basados en realidades de otras épocas. Ahora aparecen iniciativas audaces, como la de Zbigniew Brzezinski, de una zona sin carros de combate en Europa central, o la de Helmut Schmidt, de un ejército franco-alemán como núcleo de la defensa europea. La perspectiva de la opción supercero debe animar un pensamiento político europeo capaz de asumir realidades cambiantes.
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