Extranjero
ACNUR y CEAR, que son dos organizaciones de ayuda para los refugiados, acaban de lanzar una campaña de información para que nos enteremos de una maldita vez del sinvivir de los supervivientes del destierro. En todo el globo hay 12 millones de refugiados oficiales, cantidad que sorprende por lo escasa si tenemos en cuenta el lamentable estado en que se encuentra el mundo. Claro que al parecer hay que añadir varios millones más extraoficiales, porque algunos no se inscriben para no atraer la represión sobre sus familiares en el país de origen, y muchos otros no pueden probar su condición de refugiados. Por ejemplo, el año pasado se presentaron 2.200 solicitudes de refugio y asilo en España, y nuestro acogedor Gobierno apenas si concedió 300. Los hay que llevan tres años esperando alguna solución legal. Sin papeles, sin trabajo, sin dinero, administrativamente inexistentes; desarraigados y desgarrados por el exilio; enfermos de marginalidad y extranjería.En puridad, refugiado es aquel que ha tenido que escapar de su país para salvar la vida por razones políticas, o religiosas, o de raza. La inmensa mayoría de esos 12 millones están acogidos en naciones del Tercer Mundo, que comparten con ellos su fraternal miseria. Mientras que en los países industrializados aumenta la xenofobia y el racismo, y se acusa de delincuencia al forastero, o bien se le considera un peligro para tu puesto de trabajo. No son exactamente generosas las sociedades opulentas.
Hoy hay en España 15.000 refugiados reconocidos como tal. Una fruslería, una menudencia. Pero hay además 750.000 emigrantes económicos que jamás conseguirán este magro cobijo burocrático. Seres que salieron de su tierra perseguidos no ya por una ideología sino por simple hambre. Y la hambruna es una indignidad mundial que también se origina en lo político. Ahí están, condenados a ser los otros, los distintos. Sospechosos, despreciados, explotados. Ni siquiera refugiados: extranjeros. ACNUR y CEAR se quedan forzosa y lamentablemente cortos en su empeño.
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