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Díaz Herrera pide un avion para volar a España

Antonio Caño

El coronel panameño Roberto Díaz Herrera ha solicitado asilo político al Gobierno español en una carta enviada el pasado viernes al presidente del Gobierno, Felipe González. El militar teme por su vida tras sus declaraciones de los últimos días contra el jefe del Ejército, general Manuel Antonio Noriega, y ha pedido a González que le envíe un avión para que pueda salir de Panamá con su familia y sus colaboradores.

Díez Herrera acusa en esa carta a Noriega, hombre fuerte del país, de colaborar con las agencias norteamericanas CIA y DEA en el tráfico de narcóticos, y afirma: "Al llamarte a ti apelo no sólo al presidente admirado, sino al extraordinario ser humano que conozco en tu persona, y la calidad de persona también de Carmen, tu esposa, que te acompaña en tu azarosa vida". El coronel recuerda en la misiva su amistad con el general Sáenz de Santamaría y asegura que el 23-17 "sena pálido en intensidad comparado con la carnicería que está en marcha" en su país."Mi buen amigo Felipe me comprenderá", declara al enviado especial de EL PMS en el jardín de su lujosa casa de los Altos del Golf, en un momento de descanso al final de un día tan agitado como todos desde que hace una semana se decidió a acusar a Noriega de la muerte del general Omar Torrijos, del asesinato del opositor Hugo Spadafora y de fraude en las elecciones de 1984.

Una docena de hombres armados vigila desde los muros de la mansión. En el interior, Díaz Herrera, de 48 años, primo hermano de Torrijos, permanece con unos cuantos seguidores, cuatro de sus hijos y su esposa, una arquitecta venezolana de 37 años, Maigualida, que diseñó personalmente la residencia del coronel. Según una de las confesiones del militar, esa misma casa es fruto de la corrupción, concretamente del tráfico de cubanos, un lucrativo negocio dirigido, antes por Díaz Herrera y que consiste en colocar ilegalmente en territorio norteamericano a personas que abandonan el régimen de Fidel Castro vía Panamá.Por esa casa, convertida hoy en estandarte de la lucha contra Noriega, pasan dirigentes de la oposición, hombres de negocios y diplomáticos. Mientras se espera al coronel, cruzan el porche de entrada jóvenes cargados con decenas de bolsas de lentejas, cajas con fruta, centenares de rollos de papel higiénico, botellas de vinagre -dicen que por si es necesario para combatir el efecto de los botes de humo- y libros. En tina esquina, unos cuantos muchachos escuchan a todo volumen una casete con música de salsa; en la otra, dos monjas conversan con el padre claretiano navarro Javier Villanueva.

Un sacerdote español

Los religiosos están allí, a solicitud del coronel, para garantizarle su vida. "Yo he pasado ya tres noches con él y tengo la impresión de que es una persona muy humana a la que la creencia de que su muerte estaba próxima le ha llevado a decir lo que tenía contenido en su interior durante mucho tiempo", dice Villanueva.

El sacerdote español, que llegó a Panamá hace 32 años, ha sido el vehículo utilizado por Díaz Herrera para llevar hasta la Embajada española la carta destinada a Felipe González. "Yo considero a Felipe González", dice el coronel, "un hombre honesto, y cuando vi que se nos estaban cerrando las puertas y que nos querían llevar al cielo tan rápido, pensé pedirle al andaluz ese que nos echase una mano. Él me va a entender, porque somos amigos por herencia de Torrijos. Él aprendió muchas cosas de Torrijos, muchas trampas". Díaz Herrera recuerda su visita a la Moncloa, en 1984, cuando Felipe González le explicó que desde ese lugar se divisaba la mejor puesta de sol de Madrid y que lo único que lamentaba era no poder colgar una hamaca entre dos árboles del jardín del palacio presidencial para que allí "disfrutase un poco el viejo (Torrijos)". "Se le humedecieron los ojos", dice Díaz Herrera, "y a mí también".

El ex jefe del Estado Mayor panameño, retirado de ese cargo a finales del mes pasado, cree que el presidente del Gobierno español "debe estar angustiado, como lo estoy yo, por lo que está ocurriendo en este país". "Tengo noticias", dice, "de que ya está habiendo deserciones en las fuerzas de defensa, escape de armas, pero no quisiera que hubiese una situación incontrolada".

El hombre que ha provocado la crisis política más grave que ha conocido Panamá en los últimos 20 años parece ahora cansado, distante. No quiere repetir las acusaciones contra Noriega, aunque afirma que no se arrepiente de ellas. Habla con ironía y con escepticismo sobre las soluciones posibles para su país y resulta inocultable su desprecio por la clase política panameña.

[El director general de la Oficina de Información Diplomática española, Inocencio Arias, confirmó ayer que en la embajada se había recibido la petición y que, cuando llegue a Madrid, "el Gobierno la considerará con interés -sin querer interferir en los asuntos internos panameños porque se trata de sacar de un apuro a un país amigo".]

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