La boda de 'las mil y una noches'
Representantes de la realeza internacional, esposas de jefes de Estado y dignatarios religiosos se dan cita en Marraquech para asisitir a la boda de la segunda hija del rey Hassan
Una hija del coronel libio Muarnmar el Gaddafi, la reina Noor de Jordania y la infanta Elena de España. Las esposas de los presidentes del Congo, Senegal, Zaire, Camerún y Mauritania. La mujer del primer ministro japonés, Yasuhíro Nakasone, y la viuda del rey Faruk de Egipto. El principe heredero saudí y futuro guardián de los santos lugares islámicos, Abdalá Ibri Abdelaziz, un cardenal de Roma y 17 ilustres hebreos, la mayoría sefardíes, representantes de las colonias israelitas de origen marroqui de Canadá, Francia, Estados Unidos y Reino Unido. Todos se han dado cita en Marraquech, reunidos por el rey Hassan II, para asistir a los desposorios de su segunda hija, la princesa Lalla Asma, que hoy entra en su tercer día de celebraciones y que han convertido a Marruecos en una fiesta.
La curiosidad juega un papel destacado, y también divertido, en estas majestuosas ceremonias, acertadamente calificadas entre los invitados de todas las partes del mundo cómo una de las pocas bodas de las mil y una noches que raramente han llegado al siglo XX, pese a que su verdadera dimensión se queda reducida a la intimidad secreta tras las murallas del palacio.Hassan II ha prescindido en esta ocasión de sus tradicionales amigos y magnates de Estados Unidos y Francia, que otrora le han acompañado en celebraciones personales, y ha situado esencialmente su lista de invitados de honor en lo árabe y lo africano, vocación marroquí continuamente ensalzada en sus discursos reales, con preferencia hacia la mujer y probablemente con cierto sentido de alta política.
El sábado, primer día de festividades, la megafonía del palacio real, que animaba en cuatro idiomas (árabe, francés, español e inglés) el primer acto ceremonial de esta boda presidida en persona por el rey, sorprendía a todos anunciando la presencia en Marraquech, en el entorno íntimo de las acompañantes de la princesa Lalla Asma, de la joven Aicha Gaddafi, la hija casadera del líder de la revolución libia.
Los 17 hebreos -algunos con apellidos tan familiares en España como Berdugo, Toledano, Moreno, Azancot o Benaroig- que seguían la ceremonia desde la tribuna de invitados se: miraron de reojo, pero sin aspaviento, y los miembros del cuerpo diplomático, entre los que se encontraba el embajador de España, Joaquín Ortega, se intercambiaron sonrisas entre sií ante esta sorpresa, muy cerca de otro invitado que reclamaba gran curiosidad: el líder del colectivo musulmán de Melilla, Aornar Dudú, a quien acompañaba su esposa.
La sorpresa libia
Hasta ese momento nadie se podía esperar que Libia, aunque por vía familiar, estuviera en Marraquech. Primero porque no hace aún un año que ambos jefes de Estado dejaron de fumar la pipa de la paz a consecuencia del encuentro de Ifran entre Hassan II y el entonces primer ministro israelí, Simón Peres, y en segundo, porque se sospecha que el régimen de Trípoli es hoy día, tras un cambio de alianzas, uno de los que sustenta al Frente Polisario, el principal enemigo desde el exterior del trono alauí. Pero ha ocurrido lo contrario.También Mauritania, que ha tenido roces con Marruecos a consecuencia de la construcción del sexto muro defensivo del Sáhara, ha enviado una delegación, compuesta por ocho personas y encabezada por la primera dama, Saadi Kamil, esposa del jefe del Estado, coronel Mauia Uld Taia.
Hasta el domingo se han celebrado dos impresionantes banquetes, fuera de palacio, donde la ceremonia sigue otro curso mucho más fastuoso. Uno para 1.000 personas, el sábado por la noche, en el lujoso hotel La Mamunia, cuyo anfitrión fue el primer ministro, Azedine Laraki, y al que asistió la Reina Noor de Jordania, y otro, anoche, ofrecido por el príncipe heredero, Sidi Mohamed, en la gigantesca tienda tribal de Bab Ighli, con una animada sección musical a cargo de las grandes orquestas andalusíes de Rabat, Fez y Tetuán.
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