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Tribuna:CITA EN LA CIUDAD DE LOS CANALES
Tribuna
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Un reto para el desarrollo

Manuel Escudero

La cumbre de Venecia se planteará con toda probabilidad la necesidad de establecer una mayor cooperación entre los países desarrollados para aumentar la tasa de crecimiento económico, superar la inestabilidad de los tipos de cambio y los desequilibrios en el comercio internacional.

Los representantes de los siete grandes países van a tener ante sus ojos la belleza de Venecia. Pero, por encima de ella, van a tener que enfrentarse inevitablemente a un paisaje mundial mucho más sombrío.Está en primer lugar la amenaza de una nueva recesión. Las previsiones de crecimiento económico han resultado excesivamente optimistas. Por término medio en los países desarrollados apenas se alcanza un 3% de crecimiento, en el futuro próximo las previsiones se sitúan por debajo del 2%. De ahí se seguirá en el peor de los casos un aumento del desempleo, y en el mejor de los casos un estancamiento del problema. A este futuro se añade la urgencia de resolver el déficit de la balanza de pagos norteamericana; si no se ataja, la debilidad del dólar seguirá creando problemas de inestabilidad internacional en los tipos de cambio, por más medidas que se tomen en cuanto a su gestión. Pero si el problema del déficit presupuestario norteamericano entra en vías de solución veremos desaparecer del mercado mundial -vía importaciones a EE UU- más de 100 billones de dólares de demanda anuales. ¿Quién podrá ampliar la demanda en el mercado mundial hasta cubrir ese hueco? Alemania Occidental ni puede ni además parece que quiere. Japón, amenazado con un descenso de su potencial exportador por un Gobierno norteamericano que hasta ayer acomodó perfectamente su expansión a la penetración de productos japoneses en EE UU, tampoco puede llenar el hueco. En resumen, la necesaria resolución del déficit norteamericano puede llevar a una contracción significativa de la demanda a nivel mundial.

La deuda externa

De la mano del fantasma de una nueva recesión viene otro: el agravamiento del problema de la deuda externa. Porque si alguien va a sufrir esta nueva recesión es, en primer lugar, América Latina, cuyo mayor mercado de exportación es Estados Unidos. Esto reabre la urgente necesidad de reconsiderar y resolver el problema de la deuda externa.

Los siete países reunidos en Venecia no pueden dejar de lado el hecho de que el sistema asentado en aplazamientos y renegociaciones técnicas de la deuda, por un lado, y en la actual política ortodoxa monetarista del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, impuesta como condición al aplazamiento, parece que no funciona: la combinación de políticas deflacionistas para los países en desarrollo y de altos tipos de interés en los mercados internacionales han estrangulado las posibilidades mismas de desarrollo de tales países, y, con ellos, la posibilidad de que cumplan sus compromisos con respecto a la deuda externa a partir de un crecimiento de sus exportaciones. Si ésta es la situación típica de los países de América Latina, los países del África subsahariana se enfrentan no ya con el estancamiento económico: su futuro es, pura y simplemente, sobrevivir a las sequías, el hambre, las enfermedades y la miseria.

Junto a ello, los representantes de los siete países más desarrollados deberán considerar otro hecho obvio: son muy pocos los países que hoy dan un 0,7%. de su IPIB para ayuda y asistencia internacional, siguiendo el objetivo oficial de las Naciones Unidas para los países de la OCDE.

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Éste es el panorama: la amenaza de una nueva recesión y el agravamiento del problema de la deuda. Tales perspectivas llevan, indudablemente, a una multitud de consideraciones. La primera y principal es que, si se hace un balance de los últimos años, habría que concluir que los años ochenta, hasta ahora, han sido años perdidos en la perspectiva de un desarrollo mundial. Es más: que éste sólo será posible si se toman medidas de gran calado en los dos frentes antes mencionados.

En primer lugar, se precisa un replanteamiento de la relación en el triángulo Japón-EE UU-Europa: ni pueden continuar las guerras comerciales, que casi ya se ha convertido en una escena cotidiana, ni la resolución del problema del déficit norteamericano puede ser abordada de un modo insolidario y en solitario. Las guerras comerciales deben dar paso a un relanzamiento conjunto de las economías desarrolladas: se puede crecer, no hay nada que lo impida, si se hace conjuntamente. Y esto es particularmente evidente en Europa. En segundo lugar, se precisa una expansión de la demanda, a nivel mundial. Y esto no es algo que sólo afecte a los países desarrollados.

El potencial de crecimiento de los países en vías de desarrollo 3e ha estrangulado. Y con él las perspectivas de una ampliación de la demanda mundial. La deuda externa debe ser radicalmente repensada y concebida como un coste de desarrollo del mundo en su totalidad, que ha de ser costeado por todos. Además debe ser tratada del mismo modo que se trata a la deuda pública en cualquier país -una deuda a muy largo plazo que se amortíza en la medida en que existe crecimiento.

Manuel Escudero Zamora es economista.

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