Luis Mateo Diez, Francisco Brines y José Antonio Maravall, premios nacionales de Literatura
Los tres galardones fueron por mayoría y escaso margen
Luis Mateo Díez, de 45 años, obtuvo ayer el Premio Nacional de Literatura, en su apartado de narrativa, con su novela realista La fuente de la edad, también Premio de la Crítica. Francisco Brines, destacado miembro de la generación del medio siglo, ganó el de poesía, con El otoño de las rosas, y el historiador de la literatura, fallecido, José Antonio Maravall, el de ensayo, por La literaura picaresca desde la historia social obra perfeccionada a lo largo de toda una vida, según el jurado. Los tres galardones, de 2,5 millones de pesetas cada uno, fueron concedidos por mayoría y escaso margen.
"No sé si pensar que La fuente de la edad es una novela afortunada o si es la novela de un autor afortunado", dijo Luis Mateo Díez, leonés de 45 años, al saber que el jurado del Premio Nacional de Literatura había coincidido con el de la Crítica, que este año también le concedió su premio por. La fuente de la edad. "De cualquier forma, es una grata redundancia el haber recibido estos dos premios este año", informa Fietta Jarque.Se trata de la segunda novela de este autor -la primera fue Las estaciones provinciales (1982)-, que anteriormente había publicado varios volúmenes de cuentos. "La fuente de la edad está en la línea de la tradición de la novela realista española, una tradición injustamente desprestigiada. Pero yo uso el realismo como metáfora, más en la vertiente simbolista. La mía es una novela humorística, y en ese sentido es un realismo más distante que el del realismo crítico de los años cincuenta".
Mateo Díez ha regresado nuevamente al cuento. "Es un camino de partida y de llegada", dice. "El cuento no es una antesala de la novela porque no necesita más destino que el propio, pero sí es una escuela de narrativa importante cuando se refiere a la intensidad en la narración. Es un grado límite de cómo contar intensamente".
Visión de pérdida
Francisco Brines, ganador del nacional de literatura en su apartado de poesía, declaró a este periódico que se había quedado con las dudas habituales cuando entregó a la imprenta El otoño de las rosas y, sin embargo, según dijo, éste fue acogido con gran calor, sobre todo por los jóvenes. "La seguridad que tienes del libro te la dan los otros", comentó Brines, destacado miembro de la generación del medio siglo o de los cincuenta, un hombre comedido, valenciano de 55 años que habla con amabilidad y suma precisión informa Pedro Sorela.Brines escribe esporádicamente, "cuando el poema se apodera de mí". Y como la escritura es una mezcla de sufrimiento y goce que desgasta, ello hace que no escriba "porque sí". Buena parte de su obra ha sido escrita en Elca, la casa de la infancia en Oliva, a la que el escritor regresa todos los septiembres y octubres. Está al sur de Valencia, en el borde de la provincia de Alicante, y desde ella se ve Denia y el cabo San Antonio; el Mediterráneo.
En El otoño de las rosas Brines desarrolla lo iniciado con con Las brasas, uno de los más célebres premios Adonais (1960), y seguido en otros cinco poemarios. Según explica el propio poeta, su obra refleja "una visión nihilista de la vida y también la aceptación del mundo y el goce de vivir", sin que por ello se debilite "la visión de pérdida, de despedida".
En el apartado de narrativa se acercaron mucho en las votaciones Eduardo Mendoza (La ciudad de los prodigios) y Rafael Sánchez Ferlosio (El testimonio de Yarfoz), autor éste que también compitió con posibilidades en el apartado de ensayo con Mientras no cambien los dioses nada ha cambiado, obra que concurre hoy al Premio Nacional de Historia. En el apartado de ensayo se debatió mucho la definición de éste, según fuentes del jurado.
La elección en poesía fue más fácil -"Brines es un clásico vivo", dijo Carlos Barral, miembro del jurado y poeta del mismo grupo-, y se acercaron Antonio Martínez Sarrión (De acedia) y Narcís Comadira (Enigma).
Babelia
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