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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Genio y figura hasta la sepultura?

En el último festival de Cannes se presentó fuera de concurso una película dirigida por Norman Mailer titulada Tough guys dont dance (Los chicos duros no bailan), premisa que el cineasta y escritor se apresuraba a visualizar mostrando a Ryan O'Neal amorrado a la botella, mientras los demás caballeros -sin duda menos duros- se dedicaban a intentar seducir a las chicas casquivanas a base de cocaína y baile.En Tough guys, aquí rebautizada como Otra ciudad, otra ley, Lancaster y Douglas son unos duros recién salidos de la cárcel. Han pasado 30 años encerrados y en su ya rancio historial delictivo figura el haber sido los últimos en haber asaltado un tren, es decir, que en su juventud ya eran tipos que iban contra corriente, nostálgicos que admiraban a las bandas de western, referencia quizás a Duelo de titanes.

Otra ciudad, otra ley

Director: Jeff Kanew. Intérpretes: Burt Lancaster, Kirk Douglas, Charles Durning, Alexis Smith, Dana Carvey, Darlanne Fluegel y Eli Wallach. Guión Jarner Orr y Jim Cruichshand.Fotografia: King Baggot. Música: James Newton Howard. Estreno en Madrid en cines Aluche, Cartago, Juan de Austria, Lope de Vega Novedades 1.

Pero tantos años no pasan en balde, y eso ya lo sabíamos quienes vimos a Lancaster en Atlantic City, donde ya aparecía como un ex gánster reconvertido en gigolo para ancianas arruinadas que precisaban de alguien que les sacase a pasear el caniche. Vamos, que Lancaster ya no tiene nada de duro y a Douglas habrían que decirle que "los chicos duros no se hacen liftings". El resultado es que los veteranos actores y veteranos personajes de la película no son unos duros, sino unos viejecitos patéticos que juegan a enamorarlas sin saber que todo el mérito de sus éxitos lo deben a productores y guionistas.

Es más, incluso la gente de las bandas rivales parecen dejarse vencer más para dar satisfacción a los ancianos que por la potencia real de los puñetazos. Jeff Kenew ha querido jugar con la imagen de dos mitos del cine americano de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta.

Mankiewicz supo hacerlo en El día de los tramposos y consiguió decir algo nuevo, no sólo sobre sus actores, sino sobre el western y cómo se había contado hasta entonces; invirtiendo valores y fórmulas de representación, Kanew no toca nada e incluso se atreve a rodar a Douglas en un gimnasio de aerobic, como si de Travolta se tratase, puede que creyéndose eso de que basta cambiar de ciudad para cambiar de ley. Eso quizá sirva para escapar de ciertos policías, pero no para huir del tiempo.

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