Venecia cerrará sus puertas a partir del visitante que haga el número 50.001
JUAN ARIAS, Venecia se muere de muchedumbre. De ahí que el Ayuntamiento acabe de decidir que aquel que pretenda adentrarse en la embrujada ciudad lagunera deba disponer de un pasaporte especial. Quien desee visitar Venecia como turista necesitará obtener previamente un carné emitido por la alcaldía tras indicar el tiempo que desea pasar en la urbe que Jean Le Corbusier puso como ejemplo de algo verdaderamente "a medida del hombre". Simultáneamente, las autoridades venecianas han decidido que en la ciudad, que tiene más de 340.000 habitantes, no podrán entrar a la vez más de 50.000 personas. Se crea así, por fin, el antipático numerus clausus para la ciudad más bella del mundo.
El alcalde y demás ediles de la, ciudad, que mañana se reunirán con todas las fuerzas vivas, incluidos policías y carabineros, justifican estas medidas diciendo que, si no, Venecia acabará explotando de la rabia de sus habitantes, a quienes se les hace la vida imposible. Baste recordar que acaba de decretarse la dirección única en sus callejuelas para los peatones porque la muchedumbre que con motivo de los últimos puentes y fiestas invadió la ciudad hacía imposible, incluso, el poder moverse a pie dentro de Venecia.El alcalde, el socialista Nereo Laroni, reconoce que visitar Venecia es ciertamente "un derecho de todos", pero que, al mismo tiempo, proteger a sus habitantes, a sus monumentos artísticos y a los mismos turistas que desean gozar de su encanto, es también "un hecho de civilización y de justicia".
El problema de Venecia es también higiénico. En los bares de la ciudad han empezado a aparecer carteles que rezan: "Prohibido entrar en los retretes". Y los miles de turistas han acabado comiendo y haciendo sus necesidades por las calles.
Los festivales, al invierno
Ahora se piensa en celebrar más bien en invierno las manifestaciones culturales y artísticas más importantes para no congestionar la presencia humana durante la primavera, el verano y el otoño, mientras unas señales electrónicas, a la entrada de la ciudad, indicarán si es posible o no entrar, incluso durante la jornada, a la ciudad más adorada por todos.
De cualquier modo, el mayor problema será sobre todo para el turismo organizado, es decir para los grupos arrastrados hasta Venecia por las grandes agencias de viajes internacionales. Para los particulares que deseen pasar sólo unos días en la ciudad lagunera todo debería ser más fácil, sobre todo en los períodos que no coinciden con las grandes fiestas, cuando los guardias no dejarán entrar a nadie una vez que dentro de la ciudad, como sucede cuando se hace la cola para entrar en los museos, haya más de 50.000 forasteros.
Grandes aglomeraciones
Este año durante el carnaval y en el puente del Primero de Mayo Regaron a Venecia, paralizándola literalmente, 200.000 turistas y más de 700 autobuses. Sólo los vaporetti habían transportado desde el litoral de Cavallino el sábado pasado más de 30.000 turistas, mientras la fila de coches para entrar a través del puente de Mestre había llegado a 15 kilómetros.
Quienes no aceptan las nuevas directivas del Ayuntamiento de Venecia critican la: falta de una auténtica política del turismo, el abandono en que se ha mantenido a la ciudad, en la que faltan servicios, sobre todo para los jóvenes y para el llamado turismo pobre, ya que Venecia es hoy quizá la ciudad más cara del mundo.
El peligro es hacer de la dulce, soñadora y romántica ciudad de los Dogos un museo sólo para ricos y privilegiados, lo que acabaría arrebatándole su fascinación. Pero también es cierto que no se puede ni se debe espantar a sus habitantes naturales, los venecianos, sin los cuales, sin su simpatía, sin su sensibilidad cultural, sin su infinita capacidad de acoger a la gente de todo el mundo, Venecia no sería ya Venecia.
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