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La 'perestroika' llega al Caribe / 2

La frustración del consumidor cubano

Antonio Caño

José Raúl Viera, primer viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba, explica a EL PAÍS que la política de rectificación económica anunciada por Fidel Castro en 1986 es necesaria, porque "se estaba poniendo el énfasis no en el trabajo político, en la motivación moral, sino única y exclusivamente en los estímulos materiaIes, cuando lo que debe existir es una combinación de ambos factores".

Ese trabajo político está destinado a frenar las demandas de una población crecientemente consumista que había visto en las fórmulas liberalizadoras eliminadas una forma de satisfacer sus necesidades de productos que en el mercado oficial o están racionados o simplemente no existen, pagando un sobreprecio que muchas familias de técnicos o de obreros cualificados o de varios empleados por unidad familiar se podían permitir. Los cubanos tenían acceso en el mercado libre campesino el día que deseaban y sin guardar colas para los productos que necesitaban. Los trabajadores tenían además la posibilidad de conseguir un sueldo extra a base de un trabajo particular no reconocido legalmente fuera de su horario laboral.Esas experiencias habían dado lugar a un movimiento de dinero desconocido en el país, al surgimiento incluso de un sector acaudalado (con ingresos de hasta 200.000 dólares al año -26 millones de pesetas-, según ha denunciado Fidel Castro) que amenazaba con convertirse en un verdadero grupo de presión.

Con su eliminación se evita una forma de corrupción, pero también se cierra una válvula de escape del espíritu consumista de los cubanos. Un importante intelectual cercano al Gobierno cree que todos los cubanos quieren "vestir como el hijo de Jean Paul Belmondo-y ser novios de Estefanía de Mónaco".

El deseo de consumo es, desde luego, evidente en La Habana. Los jóvenes quieren mejor ropa que la que le ofrece el Estado. Muchas familias aspiran a un televisor en color, incluso a un vídeo. Otros simplemente quieren que se aumente la ración de carne, de cerveza o que no haya necesidad de guardar larguísimas colas para comprar un helado.

Los cubanos tienen prohibido por la ley tener dólares en su poder, pero es inocultable el ansia por la divisa norteamericana que da acceso, a través de la amistad de un extranjero, a las tiendas donde se venden productos internacionales para los ciudadanos de otros países que viven o visitan Cuba.

Las decenas de personas que asaltan a los turistas en las puertas de los hoteles ofreciéndoles cambio o cajas de puros Cohiba a menor precio es una muestra de ello. A estos problemas se suman los obstáculos que la burocracia pone para la distribución de los propios productos nacionales. Públicamente ha sido denunciado el incumplimiento de las fechas de entrega de las materias primas a las fábricas, lo que ha retrasado los planes de producción.

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"Problemas distintos"

Todas estas dificultades han sido planteadas con bastante claridad en el Congreso de la Juventud Comunista celebrado en estos días, en el que se ha llegado a denunciar el mal ejemplo de muchos dirigentes con posibilidades de viajar al extranjero y que visten a sus hijos con las mejores ropas occidentales. Algunos observadores creen que estos jóvenes, con un estimable espíritu crítico, puedan verse atraídos por los experimentos de Gorbachov, particularmente en el terreno económico.

José Raúl Viera admite que será difícil que en el aspecto económico los dirigentes cubanos puedan seguir a los soviéticos, porque "los problemas a los que se enfrentan ambos países son distintos en su naturaleza". "El año pasado", afirma, . conmemoramos el centenario de la abolición de la esclavitud. Nuestra economía está basada en las plantaciones. Una enorme cantidad de nuestros campesinos han sido siempre trabajadores agrícolas, sin intereses en la propiedad de la tierra".

Viera añade que "hay otras cuestiones en las que existen coincidencias entre lo que están haciendo los compañeros soviéticos y lo que estamos haciendo nosotros"; y cita como ejemplo "la política de cuadros, cómo lograr que los cuadros más cualificados lleguen a las mejores posiciones, que no se interrumpa el proceso de ascenso de la juventud,, proceder al retiro de aquellos compañeros que ya han pasado un largo período en cargos dirigentes".

En el último Congreso del Partido Comunista, en febrero de 1986, fue renovado el 40%. del comité central y se sustituyó en el buró político a tres figuras históricas: Ramiro Valdés, Guillermo García y Sergio del Valle. Los cambios, sin embargo, se detuvieron ahí, y actualmente sigue habiendo una gran mayoría de la vieja guardia en los órganos ejecutivos del partido y del Estado.

Ya se comienza a hablar de forma discreta de una corriente gorbachoviana en distintos niveles dirigentes del partido comunista, atento a la evolución de los acontecimientos en la URSS y en la isla.

Las críticas, desde luego, no han llegado hasta Fidel Castro, cuya figura sigue estando, aparentemente, muy por encima de las dificultades concretas. A los 60 años de edad, Fidel Castro sigue hablando con la misma energía y convicción que en el pasado.

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