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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una firma elogiable

EL CONSEJO de Ministros del pasado viernes acordó por fin la adhesión de España al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) y el envío del acuerdo al Parlamento para que éste ratifique la decisión.. Con ello, el presidente cumple el anuncio hecho el 24 de febrero, en el transcurso del debate sobre el estado de la nación, y se pone fin a una situación harto incongruente.El TNP, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas (España se abstuvo) en junio de 1968, entró en vigor el 5 de marzo de 1970. Su propósito, estimulado por las dos grandes potencias, fue bloquear la extensión de bombas y armas nucleares a lo largo del mundo, lo que si de una parte contribuía a evitar su uso en guerras localizadas, también favorecía la hegemonía militar de quienes ya las poseían. En 1970, Francia fue el único país que disponiendo de la bomba atómica negó su firma al tratado. Decisión que se hallaba unida tanto al espíritu de la grandeur como al deseo de preservar el potencial comercio derivado de la tecnología atómica. Entre otros países que siguen sin participar del acuerdo se encuentra la India, con arma atómica reconocida oficialmente; Israel y Pakistán, a las que se les atribuye la existencia de armas nucleares propias; y Brasil, que, con Argentina, no han querido negarse la vía a esta posibilidad.

El retraso con que España se incorpora al TNP se explica primero por el criterio prevalente durante el franquismo, según el cual los planes militares atribuían a la virtualidad de fabricar armas nucleares españolas un decisivo factor de disuasión frente a las potenciales amenazas desdeel norte de África. La reserva ante el tratado se mantuvo firme hasta el advenimiento de la democracia. En el programa del PSOE se recogió, no obstante, desde el primer momento el propósito de suscribir el tratado; pero más tarde, estando los socialistas en el poder, Felipe González consideró que la adhesión "era una de las mayores hipocresías del mundo". Evocaba con ello las múltiples transgresiones que se han producido, especialmente a través de la influencia directa o indirecta. de las grandes potencias. La India, por ejemplo, que se abstuvo en la Asamblea de las Naciones Unidas, recibió ayuda francesa para fabricar su bomba atómica. Pero quizá también hacía referencia a las presiones internas, de círculos militares, para que España no se adhiriese expresamente al TNP.

En el caso de España, sin embargo, la no adhesión presentaba incoherencias particulares de muy diferente tipo. España es un país oficialmente desnuclearizado, primero por un acuerdo del Parlamento y después por un compromiso votado en el referéndum de la OTAN. Y mal puede compatibilizarse esta intención desnuclearizadora si no quedaba suscrito el propósito de no fabricar armamento nuclear aquí.

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Los sueños de que nuestro país pudiera convertirse en una tercera potencia nuclear europea, amasados por algunos visionarios estúpidos, se esfuman definitivamente con la firma del TNP. Ésta es una actitud de alto simbolismo pacifista y de reconocimiento de lo limitado de nuestra soberanía en la confrontación nuclear. El camino hacia un mundo desnuclearizado pasa por la necesidad de limitar al máximo el número de países en posesión de la bomba. La voluntaria ausencia del club nuclear por parte de España contribuye por sí misma a evitar que la proliferación de naciones dedicadas a fabricar el terror atómico haga inviable cualquier tipo de acuerdo internacional tendente a despejar ese terror de nuestro horizonte.

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