El Papa, recibido en Santiago en un clima de gran tensión
El papa Juan Pablo II llegó ayer a Chile, la segunda etapa de su octava gira latinoamericana, en medio de un clima cargado de tensión. Durante la recepción oficial en el aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benítez, no estuvo presente el episcopado de Chile, y el ambiente era de un marcado tono militar. Durante el recorrido que llevo al Papa al centro de la capital, algunos de los millares de manifestantes se enfrentaron a pedradas con la policía, que lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los grupos. Como telón de fondo, 14 presos políticos chilenos que llevan 36 días en huelga de hambre piden la urgente mediación del Papa para deponer su actitud.
Juan Pablo II besó ayer la tierra de Chile a las cuatro de la tarde (nueve de la noche, hora peninsular española) en el aeropuerto de Santiago con un nerviosismo particular que se advertía visiblemente en la expresión de su rostro. Sólo el sol era alegre en aquel momento. La tristeza y una seriedad intensa se palpaba con las manos. Hacía calor y un viento fuerte descomponía la sotana de seda blanquísima del Papa, que bajó la escalerilla del avión muy despacio, como si le costase llegar. Abajo le esperaba el general Augusto Pinochet en uniforme de gala de verano.El Papa besó despacio el suelo. El general lo esperaba firme con el saludo militar. Se estrecharon las manos sin pasión. La esposa del general se inclinó y besó el anillo del sucesor de Pedro. No hubo niños con flores al pie de la escalerilla del avión. No estuvo presente la Conferencia Episcopal. No hubo vivas al Papa. Sólo algunos aplausos de cla subrayaron las fases principales de los discursos. Más las del general que las del Papa. Todo daba impresión de frío y formal. La Iglesia no había metido su mano en la organización.
Sólo fuera del aeropuerto explotó la alegría y el fervor del otro Chile, los de gente que corría detrás del Papa con ramos de palma y de olivo, que lanzaba al aire globos amarillos, que levantaba con cierto temor carteles escritos en polaco. Por el suelo quedaban arrugados y pisados pasquines del partido comunista. Ante los Ojos del papamóvil se levantó una pancarta en español: "Santo Padre, en Chile se tortura". En algunos momentos del paso del cortejo papal hubo lanzamiento de piedras contra la policía, y ésta lanzó cerca de la estación bombas lacrimógenas.
En el aeropuerto habían resonado las notas del himno nacional que afirma que Chile es "una copia feliz del Edén". El general Pinochet, con un discurso fuertemente patriótico pro nunciado con voz de anciano y repetidos tartamudeos, le explicó al Papa polaco que "nadie mejor que un militar aprecia el bien de la paz". Y añadió: "Bien sabe Vuestra Santidad el asedio que Chile ha sufrido y sigue padeciendo por la acción expan sionista foránea de la más extrema ideología materialista y atea que ha conocido la humanidad" Para que el Papa lo supiese desde el momento en que ponía pie en Chile, Pinochet le explicó que "tal realidad es un factor central y absolutamente insoslayable para todo análisis y esfuerzo de comprensión de la realidad chilena contemporánea", y añadió: "Los elementos inherentes a tal ideología ateo-marxista son el odio, la mentira y la cultura de la muerte".
La versión de Pinochet
En los días pasados se había insistido mucho en que el Papa llegaba a Chile con un conocimiento profundo y pluralista de la situación de este país. Pero el general Pinochet quiso ayer añadirle su información personal: "Somos", le dijo al Papa, "un pueblo con fuerte vocación pacífica, pero con una altivez y celo para defender nuestros derechos que nos hace llegar sin miedo al heroísmo". Y a quienes lo llaman dictador, Pinochet respondió ante las cámaras de televisión de medio mundo presentes ayer en el aeropuerto de Santiago de Chile que "la paz interna constituye un valor superior cuya realidad debe ser procurada preferentemente por la autoridad".El general acabó casi impartiendo al Papa su bendición cuando dijo: "Imploramos la ayuda de Dios todopoderoso para llevar a feliz término la tarea que estamos abordando en el cumplimiento de nuestros inclaudicables deberes".
Juan Pablo II respondió con un discurso puramente espiritual, en el que no aparecía ni una vez la palabra "libertad", tan citada al revés por el dictador. "Mi afán", dijo el Papa, "no es otro que alabar y celebrar a Jesucristo", aunque añadió que "como heraldo de Él proclamo la inalienable dignidad de la persona humana". Dijo el Papa que el suyo es "un mensaje de vida" para promover en el mundo "la victoria del bien sobre el mal".
Durante su primera jornada en Chile, el Papa fue dando una de cal y otra de arena, como si estuviese tanteando el terreno. A los sacerdotes y religiosos les hizo un discurso abiertamente conservador, proponiéndoles el modelo del cura de Ars, y les pidió dedicar mucho tiempo al confesonario. Por la noche, en el cerro de San Cristóbal, desde donde se divisa toda la ciudad, Juan Pablo II alzó el tiro: "Saludo y bendigo a quienes han sufrido los estragos de la violencia", dijo, y recordó "a todos los chilenos que desde tantas partes del imundo", dijo, "miran con nostalgia la patria lejana".
En la plaza de Armas, la principal de Santiago, hubo dos liturgias. Una, del Papa, con el cardenal Juan Francisco Fresno y el clero en la catedral. Otra en las calles. Miles de personas, desbordando a la policía, gritaron: "El pueblo cristiano está contra el tirano".
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