La Administración de Reagan impone sobretasas arancelarias a productos electrónicos japoneses
Estados Unidos ha enviado un claro mensaje a Japón advirtiendo a su estratégico aliado que, por encima de consideraciones políticas, está dispuesto a revaluar las relaciones económicas con Tokio aun a costa de una guerra comercial entre los dos principales gigantes económicos de] mundo. Ésta es la explicación de fondo de las represalias adoptadas por Ronald Reagan contra Japón, penalizando sus exportaciones de productos electrónicos a Estados Unidos con una tarifa arancelaria del 100%, destinada a encarecer los vídeos, televisores, terminales de ordenadores, calculadoras y otros artículos.
El ministro norteamericano de Comercio, Malcolm Baldrige, confió ayer, sin embargo, en que los dos países llegaran pronto a un acuerdo y "no habrá una guerra comercial". También explicó que la decisión de Reagan puede servir para atenuar el sentimiento proteccionista existente en el Congreso y la fiebre antijaponesa. Clayton Yeutter, el representante especial de la Casa Blanca para temas comerciales, afirmó que lo ocurrido es probablemente "el primer paso en un importante reexamen de nuestra relación económica a largo plazo con Japón", no solamente en temas comerciales sino sobre el papel económico de Japón en el mundo. Lo que está en cuestión, afirman algunos observadores, es cuál será el papel que Japón jugará en la economía norteamericana en los años noventa.Recientemente, alegando motivos de seguridad nacional, Washington impidió la compra por parte de Fujitsu de una importante empresa norteamericana de semiconductores
"Creo que el objetivo del Gobierno y de la industria japonesas es dominar el mercado electrónico mundial y no podemos permanecer pasivos", dijo ante el Congreso el secretario de Comercio. Las relaciones entre las dos superpotencias económicas provocaron ayer serias tensiones en los mercados financieros, con una fuerte caída de la Bolsa en Wall Street y una sensible apreciación del yen.
Algunos analistas temen que Japón puede comenzar a retirar sus cuantiosas inversiones en EE UU, 27.000 millones de dólares, dejando de financiar el déficit presupuestario norteamericano, saliendo del mercado de obligaciones del Tesoro para evitar la fuerte caída del dólar. Con las represalias Washington envía también una señal a otros aliados de que a pesar de su compromiso con el libre comercio está dispuesto a adoptar medidas proteccionistas en defensa del libre mercado y de lo que entiende como "justo intercambio comercial".
A corto plazo, a pesar de la euforia registrada en el Silicon Valley, el Rhur de los chips, la medida no tendrá un efecto significativo para enjuagar el déficit comercial de este país, cifrado en 170.000 millones de dólares, de los que una tercera parte aproximadamente son con Japón. Afecta, únicamente, a productos por valor de 300 millones de dólares y el superávit japonés en el comercio bilateral, sólo en productos electrónicos, es de 20.000 millones de dólares. Pero se trata de una decisión simbólica que refleja la frustración creciente en este país, que ha convertido a Tokio en el primer culpable de sus problemas comerciales.
La Administración de Reagan, que lleva mucho tiempo amenazando con pasar a la acción, finalmente lo ha hecho. Las represalías, cuya entrada en vígor podría detenerse si antes del 17 de abril ambos países no llegan a un acuerdo, significan también que Reagan ya no puede continuar pasivo ante las presiones del Congreso, que está elaborando leyes proteccionistas.
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