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Historia, verdad y belleza de un escultor

Tras haberse exhibido en Barcelona, Valencia y Murcia, se presenta ahora en la galería madrileña de Soledad Lorenzo una importante muestra individual del artista británico Anthony Caro (New Malden, Surrey, Inglaterra, 1924), sin duda, tras la muerte de Heriry Moore, el más importante escultor británico vivo y uno de los mejores del mundo. Con una selección de casi una veintena de piezas, fechadas entre 1971 y 1985, se trata pues, de una exposición ciertamente muy relevante y, sobre todo, representativa de las cualidades más significativas de este escultor, cuya aportación a la vanguardia de los últimos 30 años ha sido decisiva. Discípulo y colaborador en cierto momento de, Heriry Moore y, posteriormente, maestro él mismo de las principales figuras de la nueva escultura británica, a través del taller de soldadura que creó en la St. Martin's School, el papel desempeñado por A, CarG y su influencia pueden ser registrados hasta en lo anecdótico. Recordar, por ejemplo, que estudiaron con él Barry Flannagan, Philip King, Richard Long, Gilbert and George, Tim Scott, William Tucker o Bill Qoodrow, todos ellos hoy internacionalmente célebres. No hay sino que remitirse a las excelentes exposiciones de escultores británicos que últimamente nos han visitado, desde la panorámica colectiva titulada Entre e objeto y la imagen, donde Caro estaba representado con la inolvidable pieza África, hasta las individuales de Richard Long y Gilbert and George También ahora mismo, aunque en Londres, se puede visitar la muestra que ha organizado la Royal Academy of Arts sobre Arte británico del siglo XX y encontrar en ella, considerada bastante selectiva, una sala con varias soberbias esculturas de Caro.A Anthony Caro se le atribuye, con toda razón, una contribución decisiva al desarrollo de la escultura vanguardista de posguerra. Fue no sólo uno de los primeros en comprender la trascendencia de las esculturas metálicas de Julio González y David Smith, sino, sobre todo, en haber continuado la línea de éstos, despojándola de todo residuo figurativo. En realidad, como lo subrayó Clement Greenberg, Caro supo traducir en lenguaje escultórico lo que habían llevado a cabo los pioneros del expresionismo abstracto en pintura, pero sin caer en el pictorismo demasiado literal de algunos de sus colegas contemporáneos. Analizada su obra desde finales de los cincuenta hasta la actualidad, comprendiendo su evolución abierta que le hace atravesar las etapas del expresionismo, de la abstracción pospictórica y, en general, la de su inteligente meditación sobre las consecuencias del cubismo y el constructivismo, nos encontramos que Caro ha demostrado una capacidad de síntesis integradora difícilmente comparable y un lenguaje rico y complejo, sin dejar de ser personal y directo, algo que le convierte en un modelo muy atrayente en la actualidad.

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No hay sólo razones históricas o analíticas en el aprecio crítico de Caro: su intensidad, su densidad y su refinamiento son un regocijo para cualquier observador sensible. Hay piezas en la magnífica muestra que ahora presenta que no necesitan comentarios, ni elogios, por su rotunda presencia. Son los casos de Large Steel Piece, Interval, Frangipane, Leche crema, Floor piece C-55 Locket, entre las de mayores dimensiones, Quarterage, Table Piece Y-5 Plunge, Table Piece Y-28, entre las más pequeñas. Son todas ellas esculturas de una calidad exquisita, pero que, observadas con atención y tiempo, no nos dan jamás la impresión de esteticismo tramposo, ni de superficialidad.

Caro no es sólo una figura importante en la historia de la escultura contemporánea, sino que sigue hoy lleno de vitalidad y frescura, en la plenitud de un proceso creador.

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