Niños como los demás
Es inaceptable para mí, como bióloga, y creo que para todas las personas sensibilizadas con el problema de la esterilidad, e incluso para aquellos que piensan con un poco de lógica, aceptar el documento que el Vaticano ha llamado El respeto a la vida naciente y la dignidad de la procreación. Conozco el problema de cerca, y por ello les puedo decir que en las parejas que se someten a un ciclo de fertilización in vitro, parejas estables que llevan sufriendo varios años, hay más amor si cabe que en un acto amoroso con fines procreativos. ¿Qué mayor prueba de amor se puede ofrecer que ponerse en las manos de la ciencia como última esperanza, con las cargas psicológicas que conlleva, para prolongar este amor en un nuevo ser que sea parte de los dos? ¿Por qué negarles el derecho a tener hijos, cuando científicamente es posible? No comprendo por qué les cierran las puertas al avance científico, al igual que no comprendería que a cualquier otro tipo de enfermo le negaran el derecho de poner en tratamiento su enfermedad.Los niños nacidos por esta técnica son como los restantes. ¿Por qué negarles el derecho a vivir, simplemente porque pasan las primeras 48 horas de su vida en una probeta, siendo el resto de la gestación normal? ¿No es una forma de discriminación? ¿O quizá es por el eterno dilema del alma? Creo en Dios, pero me niego a aceptar que esté en contra de una técnica que permite que nazcan niños que de otra forma nunca lo hubieran hecho.
El problema de la esterilidad afecta a un 10% de las parejas en edad de procrear; por supuesto, este problema no afectará a los eclesiásticos, por su condición de célibes, y claro, desde fuera, sin doler en propia carne, es fácil decir lo que está bien y mal. Una vez más, la Iglesia se aleja de la sociedad y de la ciencia.-
Bióloga especialista en fecundación ín vitro.
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