Ordenando la inspiración
"Hemos vuelto al tiempo en que el individuo podía innovar en el jardín de su casa", dice Adolfo Castilla
Una docena de intelectuales es pañoles estuvo jugando no hace mucho a inventar -inventar en España, se entiende- una nueva forma de diálogo. Fundesco, fundación para el estudio de las comunicaciones, dependiente de Telefónica, instaló en sus casas otros tantos ordenadores interconectados entre sí, de forma que durante dos meses pudieron proponer, entablar, interrumpir discusiones varias, a la hora que quisieran, descubriendo nuevas formas de diálogo y de creatividad. Algo parecido a la historia de aquel empleado de una lavandería que avanzó un peón en el tablero de un cliente y a la semana siguiente se encontró jugando una partida que iba a durar un año.La experiencia de Fundesco no tuvo todo el éxito que dicen sus promotores, pues entre otras cosas los ordenadores instalados no eran todo lo modernos que habría sido deseable, pero en cualquier caso fue un prólogo de lo que se avecina. Aunque las opiniones sobre los resultados del experimento varían, parece un ejemplo meridiano sobre la incidencia de la técnica en el futuro de la cultura o, lo que es lo mismo, del intercambio.
Para Adolfo Castilla, catedrático de Econometría y director del departamento de prospectiva de Fundesco, la revolución informática puede, en términos relativos, "devolverle las riendas, al individuo". El hombre podrá volver a tener en su vida una capacidad de creación que se había medio extraviado entre los engranajes de la era industrial.
El caso de la joven madre es ilustrativo: no resignada a dejar por completo de trabajar, esa mujer embarazada creó en su casa, con su ordenador casero, una rudimentaria agencia de información a la que el joven vecino podía pedir datos para un trabajo de geografía. Creó un auténtico negocio. "Hemos vuelto al tiempo en el que el individuo podía innovar en el jardín de su casa", dice Castilla. Hasta el momento, la creación artística se expresaba a través de la literatura, la pintura, el cine... "Ahora, la tecnología avanzada es lo mismo que una nueva artesanía".
Ahora bien, España ocupa el duodécimo lugar entre los países industrializados, y no hace falta ser un tecnócrata para comprender que en los próximos años habrá de determinar y fijar el tipo de relación que pretende mantener con los países ultradesarrollados; es decir, con las multinacionales, y en concreto, con las de la comunicación.
Este sector de las comunicaciones crece en el mundo industrializado; en España, por ejemplo, a un ritmo del 7% u 8%, en tanto que el ritmo de crecimiento medio del producto interior bruto (PIB) es del 3%. Es decir que en unos años el sector de las comunicaciones habrá pasado a ocupar un 7% de la economía, en lugar del 3% actual, y se habrá convertido en un sector de primera línea. Todo parece indicar que, para entonces, el consumo de la cultura estará más íntimamente ligado a las nuevas tecnologías de lo que hoy tan siquiera sospechamos.
La plena entrada y aceptación de las multinacionales tiene una importancia específica en la cultura, principalmente -explica Castillo- porque puede suponer un corte de la iniciativa y la creatividad. También puede suponer lo contrario, como ha sucedido en la RFA y, sobre todo, Japón.
La igualdad como peligro
La homogeneidad, la monotonía y la ausencia de diferencia parecen ser algunas de las principales amenazas del desarrollo tecnológico de la comunicación. Baste pensar que los españoles ven tres horas y media de televisión al día -ello va restando las posibilidades de otras actividades culturales, como, jugar al dominó por ejemplo-, y no hace falta imaginar futuras programaciones por satélite para deducir pesadillas de homogeneidad: cientos de millones de personas ven ya Dallas, un concierto de rock contra el hambre en África o el suicidio de un político en directo. "Como biólogo creo que el hombre tiene unas raíces que le harán reaccionar contra la homogeneidad", dice Jesús Sebastián, biólogo molecular y subdirector del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Si es cierto que tenemos una protección biológica para impedir la homogeneización absoluta, es apenas evidente que esa necesidad de diferencia es también objeto de comercio; hace parte, o puede hacerlo, de la industria cultural. "Los monopolios de la oferta cultural", dice el biólogo, "caerán en la cuenta de que es preciso diversificarla". Ya se tiende a una dieta de entre semana, por ejemplo, homogénea, y a una dieta de fin de semana, concebida también como creación y diversión.
Ya no se fugan los cerebros
El clima de la investigación en España ha mejorado drásticamente en todos los campos, dice Jesús Sebastián, habitual en foros de prospectiva de la Comunidad Europea, donde, por cierto, los temas culturales permanecen también al margen, salvo para asuntos de lingüística. Y la prueba de que la situación ha mejorado, dice, es que "hoy, en España, ya es normal la presencia de empresarios hablando de investigación".
No cree Sebastián en la llamada fuga de cerebros, de la que en España ya no habla nadie desde hace 20 años, en su opinión. "Hoy se habla de la movilidad de los científicos", explica, una comunidad que se ha convertido por propia naturaleza en internacional.
Babelia
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