El 'japonismo', de guiño a espectáculo de masas
Parece que el japonismo, término acuñado en época de los impresionistas para explicar la influencia de las estampas japonesas en aquellos pintores revolucionarios, aflora en los finales de siglo. Este invierno, en París, como hace 100 años, todo, en efecto, parece girar en torno al arte y la cultura de Japón. Claro, que lo que entonces fue un guiño de vanguardia ahora se ha convertido en un espectáculo de masas. A cada fin de siglo lo suyo...La ola actual de panjaponismo en París ha tenido su epicentro en la exposición que desde el pasado diciembre, y hoy, se ha exhibido en el Centro Pompidou con el título de Japón de las vanguardias, 1910-1970, muestra de planteamientos ambiciosos que trata en principio de recoger casi todo lo referente a la implantación del arte y la cultura de la vanguardia occidental en aquel país de Extremo Oriente, lo más opuesto histórica y geográficamente que concebirse pueda.
Todo contacto o colisión entre culturas muy diferenciadas tiene algo de inquietante cataclismo, pero el que ha habido entre la cultura occidental y la japonesa, cuyas marcadísimas personalidades autorizan a definir su relación como los extremos que se tocan, lleva la experiencia de la alteridad a un nivel difícilmente comparable, sobre todo si consideramos la rapidez vertiginosa con que se ha producido el fenómeno de asimilación.
El desafío de la presente exposición consiste básicamente en haberse fijado sólo en el proceso de occidentalización artística del Oriente japonés, su brutal reconversión cultural dentro de ese parámetro radical de ser compulsivamente moderno a la europea que fue el modelo vanguardista. Contemplar de esta manera, aisladamente, los primeros síntomas de asimilación, artística occidental, viendo las obras producidas en Japón antes de la II Guerra Mundial, resulta sencillamente escalofriante y, entre otras cosas, explica en toda su crudeza y con muy pocas imágenes esa trágica esquizofrenia cultural a la que hoy todo el mundo alude cuando trata del suicidio de Mishima. Aclarando a este respecto que aquel suicidio fue la constatación de la ubicación, del Japón actual a la vanguardia de Occidente.
Los ejemplos seleccionados de la vanguardia histórica en Japón, sobre todo en el campo más desnudo de las artes plásticas, resultan ciertamente escalofriantes porque el espectador occidental se encuentra con remedos exactos no digo ya de movimientos o de artistas de nuestra propia vanguardia histórica, sino incluso de obras muy concretas. Así, uno se topa con una recreación mimética de una pieza de Delaunay, de Schwitters, de De Chirico, de Kirchner, de Klee, de Ernst, etcétera, sólo que al verificar la firma de la misma se lee un nombre japonés. Evidentemente, según triunfa la forma de vida occidental, tras la derrota del imperio en la II Guerra Mundial, este angustioso solapamiento se atenúa, y ya a partir de la década de los cincuenta se aprecia una vanguardia plástica japonesa con criterios propios capaces de dictar su ley a los mismos colonizadores.
Por último, no quisiera dejar de advertir que esta exposición, que ha sido seleccionada y montada con un rigor exquisito, toca otros campos que la plástica, como la arquitectura, el diseño, el cine, la fotografía, etcétera. También, en fin, que los apartados reflejan puntualmente todos los grupos más significativos que han tenido seguidores, desde el expresionismo, el futurismo, el dadaísmo, el superrealismo, la abstracción, etcétera, de antes de la guerra, así como el informalismo Gutai, el neodadaísmo, el antiarte, el happening, el pop y el conceptualismo de después hasta llegar a los años setenta.
Babelia
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