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Comer en La Vaguada es llorar

Recorrido por los restaurantes del mayor centro comercial de Madrid

Para los madrileños -cientos de millares al cabo del año-, el centro comercial de La Vaguada, el mayor de la ciudad, es el destino de auténticas excursiones: salvo para los barrios que lo circundan, este emporio al norte de Madrid está alejado de todo. Un largo viaje de compras significa a menudo comer allí. Y empiezan los problemas. Docenas de establecimientos ofrecen alimentos elaborados, pero ninguno supera la mediocridad general.

Pese a la aparente riqueza de la oferta -media docena de restaurantes, dos hamburgueserías y una miriada de bares, cafeterías y croissanteries que ofrecen alimentos sólidos-, el resultado probable será un al muerzo mediocre. En reciente visitas, ninguna comida se ha elevado por encima de ese nivel, y algunas han alcanzado la categoría de pesadilla culinariaEn la tercera planta están concentrados los restaurantes formales, cómoda solución que permite recorrerlos y estudiar a la puerta de sus terrazas los tablones con sus menús del día, que son lo que el 90% de los pa rroquianos parece consumir. El precio medio es de 800 pesetas, y algunos establecimientos ofrecen más a precios también variables: en Calabrote son seis, a partir de 650 pesetas.

Un vistazo a las mesas a la hora punta de las 14.30 indica que El Tropezón y El Corral de Castilla son los de mayor éxito. Ofrecen sendos menús a 800 pesetas.

En el segundo, el cordero, especialidad de la casa -que tiene horno de asar-, llega a veces al menú, pero bajo una forma recalentada con reminiscencias de la víspera.

En El Tropezón, el potaje y unos fideos con almejas llegan a la mesa abundantemente alargados con agua, quizá para que cundan más. El jamón asado resulta ser cerdo asadísimo hasta la sequedad. Y la merluza fresca, según el cartelito -y según lo recalca enfáticamente el maitre-, imita muy hábilmente a la congelada. Eso sí, el servicio es más bien amable, y cuando el camarero se percata de que el cliente se ha dejado el aguachirle con almejas sin tocar, se ofrece inmediatamente a cambiarlo.

No se puede decir otro tanto del cercano L'Alsace -el único, aparte de las hamburgueserías, de los restaurantes de La Vaguada que pertenece a una cadena madrileña conocida-.

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Un mal servicio

Allí una clienta que se encuentra con un surtido de salchichas alemanas secas como palos y de indefinible sabor tiene, primero, que llamar la atención del camarero sobre el hecho de que apenas ha podido probar tan triste plato y, luego, escuchar esta sentencia: "Pues será usted la única a la que no le gustan". Ni se ofrece sustitución ni, claro está, se resta el plato de la cuenta.Profesionales de hostelería consultados aseguran que es posible "dar muy decentemente de comer" por esas 800 pesetas habituales en La Vaguada ganando dinero, y más teniendo en cuenta las economías de escala que se logran en establecimientos tan concurridos. Hay que hacer, eso sí, un mínimo esfuerzo culinario, algo que aquí, por lo visto, se considera superfluo.

Así las cosas, las opciones para quien no quiera lastimar en demasía el estómago son tres. Una, aprovechar la, paradójicamente, amplía oferta de buenas tiendas de alimentación de La Vaguada para -por ejemplo- partir un panecillo y rellenarlo de jamón de cerdo ibérico. Otra, contentarse con un bocado rápido: los cruasanes salados y rellenos de La Croissanterie no están mal y cuestan poco. La tercera, más cínica, consiste en que a igualdad de calidad más vale pagar poco, con lo que se buscará el menú más barato: en La Pizza del Arte está a 575 pesetas, y en Flunch baja a 495.

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