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Somos a la vez paganos y cristianos

Recientemente he estado en Arezzo (Italia) admirando y, estudiando con todo detenimiento El señor de Constantino, de Piero della Francesca. La cristiandad empezó con un niño en un pesebre y adquirió estado imperial con un hombre en la cama.Cuando, en julio del año 306, Constantino sucedió en York como emperador a su padre Constancio tomó posesión de un dominio mayoritariamente pagano. Para el año 313 se había convertido al cristianismo. El año anterior había invadido Italia para expulsar a Majencio, y la víspera de la batalla, según cuenta Lactancio, tuvo un sueño en el que se le ordenaba que inscribiera el signo celestial de Dios" en el escudo de sus soldados. Este signo era una cruz o stauros que combinaba -una chi y una rho, las dos primeras letras del nombre de Cristo. En la marcha hacia Roma, todas sus tropas, según Constantino jurara a Eusebio, vieron la misma imagen en el cielo junto con las palabras In hoc signo vinces (Por este signo venceréis). Y de ese modo el Imperio Romano, unificado bajo el mando- del nuevo Alejandro, se hizo cristiano.

Este es un resumen tosco Y muy simplificado de una fase de la historia extremadamente complicada, por no decir ambigua. Es dudoso que Constantino no abrazara la doctrina de un Dios verdadero y su encarnación. Cristo era un Dios útil pero sólo uno entre muchos. Constantino fue el primer gran cristiano pagano. Teniendo todavía que cometer numerosos pecados políticos, pospuso su bautismo. La novela Helena, de Evelyn Waugh -la menos popular de este autor, pero, según el mismo, la mejor de todas las suyas-, presenta la situación como una alta comedia. La cristiandad, liberada de la opresión, encontró tiempo para complejas disputas metafísicas y gnósticas. Helena, la madre de Constantino, no buscaba un signo en el cielo, sino la auténtica cruz, la solidez de su madera. La encontró, y Constantino hizo que con uno de los clavos le forjaran un bocado para su caballo. Desde entonces, la nueva y extraña fe galopó por las planicies de Europa y, a pesar de cismas y reformas, nunca ha dejado de ir hacia delante.

Pero ¿qué ocurrió entre la ejecución de san Pablo y el sueño del emperador cororiado en Eboricum? El gran misionero de Tarso convirtió a una gran parte de lo que entonces se conocía como Asia, pero, a despecho de la leyenda sobre su misión en España, dejó pagana a Europa. Según Edward Gibbon, en su Historia de la decadencia y de la caída del Imperio Romano, el número de cristianos en Roma en, digamos, el año 250 oscilaba alrededor de 50.000 en una ciudad de un millón de habitantes (un cristiano por cada 20 paganos). Para algunos parecería una maravilla que hubiese tantos, especialmente sin la presencia sustentadora, en persona o mediante cartas a los creyentes, de algún gran líder carismático. Los atractivos del cristianismo no eran aparentes para rnuchos de los adoradores de Zeus o Júpiter. Ofrecia un cielo mucho más brillante que el exangüe mundo de los muertos o averno de Homero y Virgillo, pero también amenazaba con el infierno. Era estigmatizado con la reputación de camball smo e irregularidades sexuales. Para aquellos pagarios que no supieran nada sobre el cristianismo, la realidad sexual era más ble opresiva.

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Hay lo suficiente de pagano dentro de todos nosotros como para ser capaces de ver los atractivos de Pan correteando por los claros del bosque con sus pezuñas de cabra, de Venus descendiendo, del amor promiscuo y sin limitaciones. Es el pagano que llevamos dentro el que nos hace retroceder ante el relato de Tertuliano sobre la Iglesla cristiana pura del norte de África: "Los pecadores cristianos s pasan el día pidíendo perdón, y la noche, en vigilias y lágrimas echados en el suelo sobre pegajosas cenizas, envueltos en sayales andrajosos y en suciedad ayunando y rezando". Si el mundo moderno se ha rebelado contra la Iglesla es principalmente porque no puede soportar la noción del pecado. El paganismo griego y romano parece de algún modo más sano, salvo en lo que se refiere a lo sacrificios animales. El politeismo y la gran madre tierra contra la que luchó Pablo parecen naturales. La multiplicidad de la naturaleza se encuentra reproducida en los innumerables pequeños dioses a los cuales todavía rezamos a veces en su apariencia de santos. Y, sin embargo, ha prevalecido el severo rnonoteísmo, tanto del judaismo como del cristianismo, seguido por el monoteísmo del islam. Una lógica unitaria lucha contra nuestros instintos fraccionarios: queremos la imagen de un solo Dios (y, para los cristianos, su hijo, a quien Constan tino pudo haber visto como un dios-sol: su tiempo es dies solis) a la vez que no queremos sojuzgar en su totalidad nuestra herencia pagana, Venus y Pan seguirán existienido.

¿Por qué prevaleció el cristianismo? No existe ninguna respuesta clara. H. G. Well, en su Outline of history (Perfil de la historia), habla de la curiosa vitalidad de la fe. La novedad de la doctrina de amor a nuestros enemigos (que todo el mundo quiere tomar en serio, pero pocos lo consiguen) funcionó mejor que todo lo del judaísmo. El genio enigmático de la personalidad de su fundador está todavía entre nosotros, aunque nunca ha sido entendido por completo. Era una religión democrática, en la que los autócratas que olían a perfumes habían de orar junto a los artesanos que apestaban a ajo, pero no era en absoluto tan democrática como todo eso hace suponer. Porque servía de sostén a los esclavos africanos en America, nos gusta creer que fue difundida por esclavos romanos manumitidos. Pero aceptaba la esclavitud e incluso decía a los esclavos cómo tenían que aceptar su papel con ecuanimidad. Las mujeres tuvieron más que ver con su transmisión de lo que se tiene por cierto. Si la Popea de Nerón tenía debilidad por los judíos, Marcia, la concubina favorita deComodo, intercedía por los cristianos que tenían que ser enviados a realizar trabajos forzados a las minas. Cuando los persas capturaban crisuanos, la bella Cándida estaba allí para fomentar la simpatía por la fe promover la conversion en los propios; tribunales. Pero no podernos dar el nombre de un simple misionero activo entre la ejecución de san Pablo y el sueño de Constantino.

Un cambio en las teorías de la coniunícación parece haber tenido algo que ver con el crecimiento de la fe. La propagación del cristianismo en las regiones el, las que se hablaba sirio, púnico o protocelta tuvo mucha relación con la lingüística revolucionaria de los primeros predicadores de los evangelios. Los rnusulmanes iban a imponer el árabe como la verdadera lengua de la revelación, pero los nazarenos traducían. También introdujeron el libro de papiro, frente al rollo de pergamino. El libro era -y es- más fácil de llevar de un sitio a otro, y ofrece la posibilidad de mirarlo hoja a hoja para comparar y confirmar. Es un artefacto cristiano.

La obra de teatro de Bernard Shaw Androcles y el león, junto con su comentario didáctico, parece ser aún el resumen

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popular más válido de las confrontaciones entre los cristianos y el emperador. En ella, Shaw presenta un grupo de conversos griegos y romanos que ha sido arrestado por negarse a aceptar la reliión estatal y que servirá como comida para los leones en los juegos imperiales. Pero ninguno de estos neófitos es realmente cristiano. Androcles, un sastre griego que sabe manejar a los animales, es realmente un panteísta que cree que las bestias salvajes tienen alma. Lavinia, una patricia romana, es una audaz librepensadora que se escandaliza de sus propias herejías. Ferrovio, un hombre gigante que rompe cabezas al servicio de la nueva fe, es realmente un adorador del dios de la guerra. Cuando mata a cinco gladiadores en la arena, el propio César afirma que no puede seguir dudando de la verdad del cristianismo, pero no se hace cristiano. Jesucristo se convierte más bien en una aceptable pero pequeña deidad de la muerte y la agresión, para unirse al resto del panteón imperial.

El cristianismo, según Shaw, no es más que un ideal. Los cristianos son, para los romanos imperiales, unos chiflados desconcertantes. Como había que encontrar víctimas para los leones y panteras, bien podían serlo estos seguidores de una herejía caníbal e incestuosa. En cuanto a los inquisidores y ejecutores, no piden más que un cortés gesto de sumisión a los dioses del imperio (un pellizco de incienso en el altar de Júpiter). Pero aquellos primeros cristianos eran testarudos y descorteses, fanáticos e insolentes. No amaban suficientemente a sus enemigos. Lo que tenían que aprender, y eran lentos en aprender, era cómo sintetizar el paganismo tradicional con la nueva fe revolucionaria. Los italianos, y especialmente los romanos, estaban allí para enseñarles. Todavía lo están.

La gran virtud del Renacimiento fue su capacidad de síntesis. Homero y Virgilio, Ovidio y Catulo, familiarizaron a todos los escolares con los dioses, con las nociones clásicas del honor y el valor, con las distintas variedades del amor físico libre de culpa. Los griegos de los evangelios y de los Hechos de los apóstoles eran vistos como una versión degradada de Homero y Esquilo; el naufragio del barco de san Pablo podía ser comparado con los de la Odisea. Los atractivos del paganismo en la primera gran edad de la Ilustración moderna demostraron ser demasiado grandes y tuvo que seguirles la reforma (un desastre cuyos nocivos efectos todavía han de ser completamente evaluados). Produjo, por un lado, a Martín Lutero, el nacionalismo alemán el káiser, el führer. Y por otro, a Juan Calvino, la banda suiza, los relojes Longines y los relojes de cuco. Pero Roma todavía se mantiene para recordarnos que la síntesis entre el paganismo y el cristianismo puede encender el espíritu y calentar el corazón. El gran ideal occidental es a la vez pagan y cristiano.

Traducción: M. C. Ruiz de Elvira.

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