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Cientos de italianos llevan flores al lugar donde se produjo el atentado de las Brigadas Rojas

Juan Arias

Cientos de italianos -en muchos casos familias enteras- acudieron ayer con flores, bajo la lluvia, a la calle de Prados del Papa, donde el sábado un comando de las Brigadas Rojas asesinó a dos jóvenes carabineros tras haber atracado una furgoneta de Correos y haberse apoderado de 120 millones de pesetas.

La sorpresa de un recrudecimiento de la violencia de las viejas Brigadas Rojas ha sorprendido profundamente no sólo a la opinión pública, sino a las mismas fuerzas políticas y al Gobierno. Primero, porque, según la policía, se ha tratado de la operación llevada a cabo con más eficacia y profesionalidad después del secuestro de Aldo Moro y del asesinato de su escolta, y segundo, porque precisamente hace sólo 48 horas que acababa de aprobarse una nueva ley a favor de los arrepentidos del terrorismo que permitirá a cientos de condenados pasar de la cárcel a la libertad provisional, o al menos ver considerablemente disminuidos los años de pena.En la víspera del sangriento atraco, los medios de comunicación comentaban que la nueva ley venía a significar algo así como el "final del fenómeno terrorista" en Italia.

Lo que ayer preocupaba en los ambientes políticos y policiales italianos, donde se ha confirmado plenamente la naturaleza brigadista de la triste operación, es la posibilidad, avanzada por los servicios secretos, de que el atraco haya podido suponer para los herederos de las Brigadas Rojas sólo una especie de ensayo general para preparar otro secuestro espectacular de algún personaje político de primera fila para recuperar la credibilidad perdida y demostrar que siguen vivas y fuertes.

Preocupa también otra posibilidad: que los pequeños grupos que quedan de las Brigadas Rojas hayan podido aliarse con los grupos violentos de la criminalidad organizada, sobre todo la Mafia, para reforzarse.

Alojamiento difícil

Extraña y preocupa el que esta resurrección espectacular de las Brigadas Rojas haya coincidido con un momento tan tenso de la política italiana: el país se encuentra en vísperas de un difícil y aún confuso relevo en la presidencia del Gobierno del socialista Bettino Craxi por un democristiano, probablemente Glulio Andreotti. Hecho que podría desembocar en otras no menos difíciles elecciones anticipadas.La eficiencia del comando, de nueve personas, que actuó en el atraco se deduce de algunos detalles difundidos por la policía, como, por ejemplo, el que minutos antes del atraco los brigadistas pidieran con tranquilidad y sangre fría a la gente que se alejara de: aquel lugar porque iba a tener lugar "un tiroteo".

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Por otra parte, docenas de ciudadanos que presenciaron el atraco desmintieron ayer con fuerza y con rabia la acusación hecha por el ministro del Interior, Oscar Luigi Scalfaro, de que nadie había telefoneado a la polícía para advertir de lo que estaba sucediendo. "Es mentira", ha manifestado la gente, con voz aún emocionada, ante las cámaras de televisión. "Llamamos tantos que la centralita de la policía incluso se bloqueó", aseguraron algunos testigos.

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