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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Penélope en Euskadi

COMO EN ítaca la mujer de Ulises, en Euskadi alguien se dedica a destejer cada noche lo que ha sido tejido durante el día. Así van pasando los días y las noches, y son ya más de 70 las fechas transcurridas desde que los vascos dieron a sus políticos la plantilla con la que debían confeccionar un Gobierno autónomo. De tanto tejer y destejer, unos y otros han acabado por enredarse en la madeja de su propio discurso y navegan por aguas cada vez más alejadas de la realidad.Los partidos de Garaikoetxea y Bandrés, tomándose en serio el desafío de Benegas de formar "el Gobierno de la seguridad social", presentaron la semana pasada un largo documento en el que se recoge el acuerdo programático alcanzado por ambas formaciones. Benegas lo rechazó por considerar que no sólo no contenía ninguna modificación respecto a las posturas que determinaron la ruptura, el pasado día 21, de las negociaciones tripartitas (EA-EE-PSE), sino que incluía, con cargo a inventario, nuevos motivos potenciales de discrepancia, algunos de ellos situados tan fuera del tiesto como el que reclama el establecimiento de relaciones institucionales con los territorios situados al norte del Bidasoa.

En realidad, todo el texto se parece más a una plataforma reivindicativa que al esbozo de un programa. Y si se pretendía que pasase por esto último, constituye en todo caso un retroceso respecto al punto en que las negociaciones quedaron interrumpidas. Así lo ha reconocido implícitamente Bandrés al advertir a posteriori que se trataba de un borrador abierto que admitía las correcciones que los socialistas considerasen oportunas. Ese planteamiento, lógico en las primeras aproximaciones negociadoras, resulta incoherente tras dos meses de conversaciones y una vez que las diferencias habían quedado claramente delimitadas.

Tampoco parece argumento suficiente el de que todo lo incluido en el documento "cabe en el Estatuto de Gernika". El problema, en esta como en otras cuestiones, es que el estatuto admite interpretaciones diversas, y que dista de estar demostrado que la que identifica nivel máximo de competencias (todo lo que quepa, y todo ahora) con grado óptimo de autonomía sea la única posible o siquiera la más favorable para los intereses del País Vasco. Y no es aceptable, en una situación como la actual, confundir la búsqueda de un acuerdo de gobierno para cuatro años -que es de lo que se trataba- con un debate sobre filosofía política. Por lo demás, el propio estatuto establece los mecanismos de negociación, a través de la comisión mixta Gobierno central-Gobierno vasco, para solventar las diferencias surgidas en torno a cuestiones como la transferencia de la Seguridad Social, que, por su propia naturaleza, afectan no únicamente a la política autonómica del Gobierno, sino a la política social del Estado. Pero para llegar ahí es imprescindible que exista un Gobierno, y deseable que su composición, además de reflejar el máximo de acuerdo posible sobre las cuestiones que preocupan a los ciudadanos, sirva para engendrar una dinámica que contribuya a disolver las desconfianzas que paralizan hoy la vida política vasca.

Por lo demás, al haber elevado el listón de exigencia nacionalista hasta límites nunca antes planteados, ni siquiera por los sucesivos Gobiernos monocolores, la iniciativa de Euskadiko Ezkerra y Eusko Alkartasuna pone muy difícil el acuerdo de los socialistas con el Partido Nacionalista Vasco, que no puede ahora aparecer como dispuesto a admitir lo que resultaba inaceptable para Garaikoetxea. Así, de no producirse una recapitulación por parte de alguna de las piezas fundamentales del rompecabezas, sólo resta -si se quiere evitar, como todos proclaman, la repetición de las elecciones- la hipótesis de un Gobierno minoritario. Pero la única fórmula adelantada, la de un Gobierno EA-EE, es decir, la alianza de la cuarta y la quinta fuerzas numéricas del Parlamento, sería tan inestable que sólo serviría para retrasar mínimamente el desenlace de las elecciones anticipadas.

Por otra parte, las expectativas abiertas sobre una eventual participación de Herri Batasuna en el pleno de elección del lendakari que se inicia el día 20 constituirá, de confirmarse, y cualesquiera que sean los motivos subjetivos que hayan determinado la iniciativa, una esperanzadora novedad. Parece probable que en la decisión haya resultado decisivo el temor del abertzalismo a la competencia potencial que suponen los planteamientos del nuevo partido de Garaikoetxea, que combina el radicalismo ideológico con la aceptación de las vías pacíficas y el acatamiento del marco estatutario.

Herri Batasuna está todavía lejos, de esa concepción de la política nacionalista, pero el hecho mismo de mostrarse dispuesta a defender sus puntos de vista en confrontación dialéctica con los de los demás partidos y en el foro público más característico de la democracia, el Parlamento, supone un avance objetivo cuya importancia sería insensato ignorar.

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