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Tribuna:LA CRISIS DE LOS REHENES
Tribuna
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Beirut: asedio infernal

Al mosaico bélico de Beirut se incorpora una nueva trampa mortal: el hambre, que induce a unos 20.000 refugiados palestinos en los campamentos de Burj el Barajne y Chatila (de horrenda memoria) a pedir, tras cuatro meses de asedio total que agot6 toda clase de alimentos, a los dirigentes religiosos que dicten una ordenanza (fatwa) que permita comer carne de personas muertas. Tal es la noticia difundida: escueta, inusitada.El mundo ha recibido la información sin demasiado asombro; la insensibilidad, producto de reiteradas barbaries, endurece corazón y mente.

Los dirigentes, de fama y renombre internacional, angustiados por sus problemas, no atienden y menos solucionan situación tan terrorífica. La insolidaridad a veces alcanza cotas inhumanas. Las gentes se manifiestan en las calles, vociferan, destruyen, incendian, hieren e incluso matan por razones que consideran sacras: aumento de salarios, desocupación, filtros de acceso a la universidad, becas escolares, aumento de billetes de locomoción, de precios de artículos alimenticios y un largo etcétera.

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Pero allí y ahora, en el sur de Beirut, una muchedumbre de familias palestinas, con largo historial de sufrimientos y humillaciones, sometidas al fuego cruzado de enemigos y amigos, solicita autorización moral para alimentarse con cadáveres de parientes, amigos y coterráneos. Pocas veces la historia relata escenas semejantes. Los horrores de Sabra y Chatila se han multiplicado. Los jinetes del Apocalipsis, en plena acción, cabalgan por los campamentos palestinos en afán de emular diluvios y bolas de fuego. El escenario supera la imaginación de Dante, aunque circunscrito a la temporalidad terrena.

El fracaso del diálogo

Los valores éticos se desmoronan y volatilizan. Los sitiadores, en su mayoría, son hermanos de raza y religión. Otros integran la Familia del Libro Gudíos, cristianos, musulmanes). Todos se. llaman creyentes; en guerra enconada, sin tregua: mortal. El por qué y para qué no tiene contestación justificable. El diálogo y la negociación han fracasado. Los guerreros, ciegos a la tragedia, mudos a la llamada cordial, sordos a la súplica, sólo tienen un objetivo: vencer hasta la muerte, que gobierna y enluta Beirut, antaño una ciudad afable, hospitalaria, comercial.

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La capital de Líbano no alcanza como distrito la superficie de 20 kilómetros cuadrados. En ella se hacinan más de un millón de habitantes. Beirut encabeza en lo que va de año la lista de las ciudades más mencionadas en teletipos, emisoras de radio y canales de televisión. La notoriedad proviene de su estado bélico: guerras convencionales, fratricidas, masacres, secuestros, ejecuciones al peor estilo nazi. Es en crucijda de intereses visibles y subterráneos: , hegemónicos (los pequeños y los colosos), los mercaderes de guerras, los banqueros (nuevos y viejos), los mercenarios de turnos, los seudoiluminados que invocan doctrinas y sectas, los pescadores de aguas revueltas en Busca de fabulosos e inmediatos beneficios. Todos tienen en Beirut el punto de mira de sus ambiciones: demasiadas escopetas para una raquítica liebre.

Líbano es una República presidencial. De acuerdo con la Constitución libanesa, el presidente debe pertenecer a la comunidad maronita (pese a ser minoritaria en población), y la presidencia del Consejo de Ministros, a la comunidad musulmana (mayoritaria). Todos pertenecen a la raza árabe; el árabe es, además, el idioma oficial.

Actualmente Israel y Siria ocupan parte del territorio libanés: las zonas del sur y del norte, respectivamente. Las dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, han probado tener intereses en Líbano y ayudan a sus gendarmes en la zona

En Beirut, tablero maldito de ajedrez, se enfrentan dos concepciones irreconciliables, sin equilibrio en sus filosofías y con arsenales de guerra atómicos que podrían destruir totalmente la ciudad en escasos segundos.

Babel de sectas

Existen en Beirut conflictos de etnias larvados y enquistados: cristianos, maronitas-coptos, judíos, musulmanes (suníes, shiíes, alauíes), ateos. A los árabes hay que añadir: iraníes (shiíes, beluchistaníes, y la parafernalia del pavo real, ya desplumado, Sha), turcos, armenios y pequeñas minorías de los cinco continentes.

En esta Babel de idiomas y de razas, la guerra es de todos contra todos. La zona caliente ya se ha convertido en "zona de suma importancia estratégica". De ahí su belicismo cruento, irracional y demoníaco, pues el viento de la locura, olvidando el céfiro del Mediterráneo, actúa como monzón de sangre. Cada vez el fantasma de la tercera guerra mundial toma más cuerpo y amenaza destruir gran parte del planeta. La vesania remonta las cimas más altas de la estupidez humana, ya que si estalla este conflicto es muy posible que no hubiese vencedores: sólo muerte y destrucción.

El trágico problema de Beirut no se arregla con lágrimas, con dolencias ni sensiblerías ramplonas. Tampoco con donativos monetarios o envíos de la Cruz Roja. La presencia de la reducida y poco eficaz fuerza de las Naciones Unidas no impone la paz. Urge, se impone, una acción colectiva a nivel internacional que por su fuerza disuasora imponga, aunque sea por las armas si fracasa el diálogo y la negociación, la paz en ese volcán en erupción en la orilla del Mediterráneo que es Beirut.

Es obvio que si no se logra la cooperación o neutralidad de las dos superpotencias, la idea de pacificación se diluye como agua de borrajas. La responsabilidad, si la quieren entender, está en gran parte en sus manos. El reloj de la muerte ha empezado la vuelta atrás.

Álvaro Machordom Comíns es secretario general de la Comunidad Musulmana de España.

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