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La CE quiere aplicar sanciones para acabar con el 'dumping' japonés en Europa

La Comisión Europea presentó ayer una propuesta para impedir la propagación de una nueva modalidad de dumping japonés y surcoreano: las operaciones llamadas de ensamblaje final. Para acabar con la venta en la Comunidad Europea (CE) de las empresas habían, sin embargo, logrado evitar el perjuicio causado por esta multa mediante un subterfugio: la exportación por separado a la Comunidad de las piezas sueltas o componentes del producto, que, gracias a una inversión mínima, son montadas en una fábrica in situ antes de ser comercializadas al mismo precio.

La propuesta del comisario europeo encargado del comercio exterior, Willy de Clercq, que deberá ser sometida a la aprobación del Consejo de Ministros de la CE, pretende "acabar", según su autor, "con este fenómeno de mero montaje que transgrede la reglamentación comunitaria vigente". "No atacamos a ningún país en especial", prosiguió el comisario belga, "ni tampoco queremos desalentat las inversiones extranjeras en la CE".

Las operaciones

Las principales operaciones de ensamblaje final están destinadas, sobre todo, a sacar al mercado europeo máquinas de escribir electrónicas, fotocopiadoras, excavadoras y pesas. Casi todos estos productos son de origen japonés y, en menor medida, surcoreano.

Concretamente, la Comisión Europea pide que un derecho, anti-dumping pueda también ser aplicado a cualquier mercancía montada en la CE que incumpla alguna de estas tres condiciones: 1) No ser ensamblada por una fábrica directamente vinculada a una empresa cuyas exportaciones han sido ya sancionadas con la multa; 2) No haber empezado o incrementado la capacidad de montaje tras la apertura de una investigación comunitaria; 3) El valor de las piezas originarias del país exportador utilizadas en el ensamblaje no debe rebasar el 20% del conjunto de todos los demás componentes.

Puesto al corriente de las intenciones de la Comisión, el equivalente nipón de la CEOE, el Keidanren, envió una carta, firmada por el presidente de Sony, Akio Morita, advirtiendo a los responsables europeos de los riesgos que su iniciativa hará correr a las inversiones extranjeras en Europa.

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