Virus del SIDA
He leído el excelente suplemento de EL PAÍS dedicado al problema del SIDA y creo que es de real importancia para el conocimiento de las características, implicaciones socioeducativas y prevención de la enfermedad; sin embargo, en lo que se refiere a su origen me extrañó la ausencia de algún comentario que ampliara la información aparecida en este mismo diario (27 de octubre de 1986), en que se indicaba que tres científicos de EE UU, el Reino Unido y la RFA, denunciaban saber de la creación artificial del virus del SIDA por medio de mutaciones genéticas de laboratorio, señalando incluso el lugar -Fort Detrick- en que fue concebido como arma de guerra bacteriológica. Hace poco, reflexionando sobre las declaraciones del jefe de policía de Manchester y su pretendida condición de instrumento divino contra los homosexuales y otros grupos, se me ocurrió relacionarlas con la mencionada información sobre el origen artificial del SIDA, y ésta inusitada asociación de imágenes me llevó a sorprendentes interrogantes que parecen pertenecer al campo de la ficción científica, pero que en el siglo de Hiroshima y Auschwitz y de las doctrinas de seguridad nacional no son necesariamente inconcebibles: 1. ¿Sería posible pensar que algunos instrumentos divinos que consideran a los negros como la encarnación inferior y subhumana del pecado y la concupiscencia, estando en posesión del virus decidieran experimentar con las mujeres negras de África Central en los años setenta, aprovechando su singular promiscuidad? 2. ¿Sería posible suponer que estos mismos instrumentos, un tiempo des pués, diseminaran el virus en saunas y discotecas gay de San Francisco y Nueva York, castigando con la muerte y el ostracismo a miles de los adeptos a estas prácticas repugnantes, impidiendo así que continuara el liberalismo erótico en las costumbres occidentales, liberalismo subversivo que presuntamente relaja y debilita la fuerza del sistema? 3. ¿Esta misión tendrá quizá involuntarios seguidores en otros instrumentos de la divinidad, tal el Vaticano y sus célebres y oportunas conde nas, o el jefe de policía de Manchester y sus amenazas apocaliptícas, o quizá en defensores de la salud social, como Larouche en EE UU, Le Pen en Francia o el secretario Sprange en la RFA? Sin contar otras actitudes y me didas extremas que presumible mente irán apareciendo cuando la situación parezca empeorar y la mayoría silenciosa se radicalice y reafirme en sus viejas fobias y temores, lo que sin duda sería aprovechado por los sectores más conservadores y oscurantistas de Occidente. 4. ¿Asombraría realmente que algún predicador fundamentalista apoyado por las corporciones ganara las elecciones norteamericanas en 1988? Tal vez no están muy lejos de la verdad los que comparan el SIDA a una epidemia medieval- J. A. Reynoso.
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