La corrupción que fue norma
Pedro Costa Musté es un periodista metido a director de cine. Su trayectoria profesional, antes de debutar en El caso Almería, consiste en bastantes años de investigación y denuncia -dentro de los límites que han ido marcando las distintas leyes y los aún más distintos comportamientos del poder- de ciertos escándalos, a menudo relacionados con gentes de aparente respetabilidad.Entre ellos, ocupa un lugar destacado todo lo relacionado con el llamado aceite de Redondela, caso sobre el que publicó amplias crónicas, así como extensas y maliciosas recensiones de lo que fue el juicio, celebrado en Pontevedra, que tenía por finalidad tirar tierra legal sobre unos hechos que implicaban a Nicolás Franco Bahamonde [hermano del entonces jefe del Estado], al ministro de Comercio, a otras autoridades de menor rango y a varios profesionales de la especulación.
Redondela
Director: Pedro Costa Musté. Intérpretes: Patnick Newell, Carles Velat, Fernando Guillén, Carlos Larrañaga, Marina Saura, Agustín González, Francisco Merino, Blanca Sendino, Conrado San Martín y Manuel de Blas. Guión: P. Costa Musté y Manuel Marinero. Fotografía: Joan Amorós. Sonido: Miguel Ángel Polo. Música: Jesús Gluck. Española, 1986. Estreno en Madrid en cine Roxy A.
Doce años después, Pedro Costa vuelve al lugar del crimen y reconstruye los hechos, pero ahora lo hace armado de una cámara cinematográfica en vez de un bolígrafo.
Redondela, para bien y para mal, es un filme de periodista. Es decir, hay en él una voluntad de claridad expositiva, un saber relacionar datos e interesarse por lo que es realmente importante desde un punto de vista colectivo, que no hallamos en casi ningún otro cineasta; pero hay también una actitud estrictamente instrumental respecto al lenguaje que utiliza, la convicción profunda de que hay que sacrificar cualquier prurito de estilo en aras de la perfecta comprensión.
Portavoz de dudas
Eso se nota en muchas cosas, como en las secuencias iniciales, de carácter explicativo; en el personaje interpretado por Carles Velat -excelente-, que está concebido como portavoz de las dudas del espectador, incluso del menos avisado; en las periódicas recapitulaciones verbales que se hacen para que el hilo de la embrollada madeja de delitos no resulte incomprensible ante nuestros ojos. En un momento, como el actual, en que se considera comercialmente peligroso hablar del pasado y en el que el franquismo se quiere olvidar como el paréntesis que nunca existió, la actitud de Pedro Costa es más que respetable.En Redondela todo el asunto es enfocado a través de los ojos de José María Gil Ramos, alter ego cinematográfico de José María Gil Robles, un abogado que quiere demostrar hasta qué punto la corrupción no es la excepción sino la norma, un sistema consentido en el que fundar la estabilidad de una dictadura.
Y este análisis político se quiere compaginar con una construcción que va desvelando el misterio progresivamente, salpicando de muertes el recorrido, a la manera de las cintas de serie negra americana, hasta desembocar en el enfrentamiento procesal, donde Patrick Newell (que interpreta a José María Gil Ramos) es un Perry Mason que no goza de la tolerancia de un público entregado, sino de la mala voluntad de un juez que no quiere ni oír mencionar el apellido Franco.
Aunque surja con 12 años de retraso, Redondela es un filme que encuentra su fuerza en lo actual y en la realidad, un producto que no puede gustar a los cinéfilos, pero sí a quienes quieren que la pantalla sea el espejo de su curiosidad.
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