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Acusaciones a los restauradores del Vaticano de haber estropeado los frescos de Miguel Ángel

"Aparente desinterés" del Papa, quien no ha visitado las obras de la Capilla Sixtina

Juan Arias

La restauración de la capilla Sixtina sigue siendo objeto de disputa entre el Vaticano y Estados Unidos. Ya desde que empezaron a salir a la luz las primeras pinceladas originales de Miguel Ángel nació la duda en algunos especialistas norteamericanos de que, más que restaurarlos, lo que se estaba haciendo con los famosísimos frescos de la capilla Sixtina era estropearlos. A esto se añade el desaire o "aparente desinterés" del papa Juan Pablo II , quien, tras 11.000 horas de trabajo de restauración, no se ha acercado a ver las obras ni una sola vez.

Los restauradores vaticanos se han defendido siempre contra estas acusaciones ofreciendo montañas de pruebas para demostrar que el verdadero Miguel Ángel no era el "mugriento" que aparecía en la Capilla Sixtina, aunque ello pudiese resultar fascinante para quien no conoció los verdaderos colores que allí había usado el gran pintor de corte.Los acusadores insistieron en que lo que se presentaba como restaurado con colores nítidos, eran más un cromo que el verdadero Miguel Ángel. En la Asociación de la Prensa Extranjera de Roma hubo hasta un debate en el que se enfrentaron con dureza defensores y denigradores de las obras de restauración vaticanas, financiadas por una televisión japonesa, que ahora es la encargada de vender las fotografías de las imágenes restauradas. Mientras que las obras de restauración avanzan y aumenta la curiosidad en todo el mundo por el resultado final, de Estados Unidos ha vuelto a llegar un mazazo para los restauradores vaticanos. El catedrático de historia del arte de la universidad de Columbia Jarnes Beck acaba de publicar una carta en The New York Times dirigida a Gianluigi Colalucci, director de los trabajos de restauración, en la que revela que es el mismo Vaticano quien empieza "a hacer surgir graves dudas".

El Vaticano no ha tardado en contestar, negando de forma rotunda que existan ni hayan existido nunca dudas sobre las obras que se están llevando a cabo en la Capilla Sixtina. Ha respondido personalmente el mismo Colalucci por medio de la agencia AGI: "No es cierto", ha afirmado, "que hayan existido dudas entre los restauradores. Ni puedo entender de dónde se pueda deducir que yo empiece a dudar de la validez de las obras. Es verdad que he tomado en consideración las críticas del catedrático Beck, como la de otros especialistas en la materia, pero ello no quiere decir que tenga dudas".

No obstante, los restauradores se sienten algo inquietos porque hasta el momento, y tras once mil horas de trabajos de restauración, Juan Pablo 11 no ha mostrado verdadero interés personal por la obra. Hace unos días, por primera vez, un grupo de periodistas extranjeros acreditados ante el Vaticano, entre ellos este corresponsal, ha tenido el privilegio único de poder encaramarse hasta la boveda de la Capilla Sixtina, a 20 metros de altura para poder tocar con las propias manos los frescos de Miguel Angel.

Cuando El PAÍS preguntó, durante la visita a Colalucci cuál había sido la impresión del Papa Wojtyla ante los trabajos, este respondió: "Ninguna, porque aún no ha venido a verlo".

Sin embargo respondiendo a otro periodista Fabrizio Mancinelli comentó que "el aparente desinterés" del Papa por unos trabajos que el mundo entero esta siguiendo con gran interés puede significar al mismo tiempo un motivo de confianza en el equipo que esta trabajando". Otra explicación que se ha dado por los restauradores a este hecho insólito de que Juan Pablo II no haya sentido la curiosidad de subir a ver los trabajos ha sido que solo desde hace unos meses existe el montacargas que sube hasta donde están trabajando y que antes se podía llegar solo encaramándose a través de escalas medio colgantes.

En contraposición con esta falta de curiosidad del actual Papa se puede recordar lo que cuentan algunos historiadores. Cuando Miguel Ángel acabó de pintar la Capilla Sixtina Julio II tenía tantas ganas de admirar el trabajo "que no tuvo ni la paciencia de esperar a que quitaran el polvo para visitar las pinturas".

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