La soledad comunista
EL ÉXITO alcanzado por el partido de los verdes en las recientes elecciones en la República Federal de Alemania -mientras en ese país el partido comunista casi ha desaparecido-, el surgimiento en diversos países de movimientos estudiantiles y de corrientes pacifistas, ecológicas, feministas, que se sitúan al margen de los partidos de izquierda y de los sindicatos, indica que existe una izquierda social y política en Europa con rasgos nuevos. Los partidos socialistas, aunque ocupan la mayor parte del espacio electoral que se puede calificar de izquierda, tienen que enfrentarse con estas corrientes rebeldes, progresistas, que se movilizan en tomo a objetivos no encuadrados en la temática tradicional de la lucha de clases y de las reivindicaciones salariales. A la vez, esta nueva izquierda reduce aún más el espacio de los partidos comunistas, afectados en los últimos años por los choques entre. los partidarios de una ideología leninista estricta y los que se inclinan hacia actitudes más modernas.En ese proceso, la larga crisis del Partido Comunista Francés (PCF), agravada estos últimos días, presenía rasgos muy sintomáticos. Después del desastre que sufrió en las elecciones de 1981, el PCF ha seguido perdiendo votos y militantes, lo que ha creado fuertes tensiones internas; el último episodio ha sido la dimisión de dos dirigentes conocidos: Claude Poperen ha abandonado el comité central y el buró político, del que era miembro desde 1970. Marcel Rigout ha dimitido del comité central; fue uno de los ministros comunistas del Gobierno socialista de Pierre Mauroy y representa una tradición de comunismo rural enraizada en la Resistencia. Ambos dimiten de sus cargos para protestar contra la campaña lanzada por la dirección, encabezada por Georges Marcháis, contra los denominados renovadores. La tesis oficial del PCF es que hay un giro a la derecha de la sociedad francesa y que un factor básico de esa derechización es el partido socialista. Es, pues, lógico que el PCF pierda votos, y su misión es reforzar un núcleo comunista duro, dedicado a combatir sobre todo a los socialistas. Con estos anacronismos, a Marcháis se le escapa incluso el dogma comunista tradicional de la fidelidad a la URSS, agitada hoy por los vientos de la reforma de Gorbachov.
Muchos comunistas franceses han abandonado el partido, algunos de ellos incorporándose al partido socialista; en cuanto a los renovadores, cuya figura más conocida es Pierre Juquin, y que se reforzarán sin duda con las recientes dimisiones del comité central, quieren cambiar el partido desde dentro, si bien, a medida que el PCF se debilita, esta tesis pierde credibilidad. El PCF se halla marginado de los nuevos movimientos de rebeldía o de reivindicación progresista que se manifiestan en la sociedad francesa.
Esta soledad comunista no es un fenómeno exclusivamente francés, sino europeo. La excepción es el Partido Comunista Italiano, que conserva una influencia electoral considerable. Pero, en general, los partidos comunistas tienen pocos miembros y pocos votos, y en ellos la obsesión electoralista se enlaza con un lenguaje revolucionario anticuado. Con su raíz en la revolución rusa de 1917 y una trayectoria gloriosa de lucha antifascista, carecen de perspectiva de futuro y no logran conectar -con las nuevas corrientes que se manifiestan entre las juventudes de Europa.
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