Una tarde de gran música schumanniana
El segundo programa dirigido a la Orquesta y Coro Nacionales por Gerd Albrecht nos puso en contacto con el Schumann bellísimo e infrecuente de los oratorios. Ya en 1975, Frühbeck de Burgos nos trajo El peregrinaje de la rosa, opus 112, en una de las mejores actuaciones del maestro burgalés. El paraíso y la Peri, opus 50, se interpretó en España por vez primera el año 1922, dirigido por Fernández Arbós y con la colaboración del Orfeón Donostiarra en uno de los festivales de San Sebastián.Se basa la obra en una narración de Lalla Rookh, escrita en prosa y verso por Thomas Moore y editada en 1817. Algunas historias de este libro tentaron a los operistas Meyerber, David y Anton Rubinstein, en tanto El paraíso y la Peri inspiró, además de a Schumann, a los'ingleses John Francis Bernett, para una cantata, y a William Sterndale Bennet autor de una obertura.
Orquesta y Coro Nacionales de España
Director: G. Albrecht. Director del coro: T. Cabrera. Solistas: K. Mattila v P. Rozario, sopranos; A. Gjevang y G. Schreckenbach, mezzosopranos, K. Lewis y, M. Cid, tenores, y P. Meven, bajo. El paraíso y la Peri, de Robert Schumann. Teatro Real. Madrid, 30 y 31 de enero y 1 de febrero
Encuentro el mayor atractivo de la obra schumanniana en aquello que para un crítico tan sagaz como el turinés Massimo Mila constituye defecto: la "falta de inspiración romántica", entendida como gran aparato dramático y "enervante deseo de trascendencia". Schumann prefiere refugiarse en una poética ensimismada a partir de un impulso intimista que da lugar, en los coros, a una hermosa polifonía en voz baja, y en los solos a mucho más lieder que arias. Bien aprendió la lección Bramhs para aplicarla a un texto como el del Réquiem, incitación superdramática para otros, desde Mozart a Verdi. El paraíso y la Peri (como, El peregrinaje de la rosa) podrían inscribirse en una suerte de círculo mágico del romanticismo en el que giran desde Merschner a Liszt y Bramhs, pasando por Weber y sobre todo por Mendelssohn.
Es difícil acertar con siete solistas de la categoría de los escuchados ahora, procedentes de Finlandia, India, Alemania, Noruega, Nueva Zelanda y España. La sensacional soprano Karitta Mattila (la Peri) posee una voz bellísima y dúctil, y su fraseo y estilo llegan a nosotros con gran naturalidad y eficacia expresiva. La otra soprano, Patricia Rozario, de Bombay, en un papel menor, mantuvo la altura de nivel, así como las voces femeninas graves: Anne Gjevang (el ángel) y Gabriele Schreckenbach, ambas tan excelentes por la materia, la técnica y la persuasión.
Muy bien el ya conocido aquí Keith Lewis, tenor narrativo, lírico, ágil y con gran facilidad en todos los registros, así como otro tenor, nuestro compatriota el sevillano Manuel Cid (joven) y el bajo Peter Meven, que rivalizaron en nobleza de timbre, dicción y línea. Gran tarde también para el coro nacional, que dirige Tomás Cabrera, y la orquesta, y triunfo especialísimo para el maestro Albrecht, dominador, cuidador del sonido y el carácter gracias a su conocida doble y triunfante condición de director sinfónico y operístico.
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