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El arte de hacer libros

Exposición sobre Jacques Damase, editor y creador

"Así, Jacques, llega al fin el día en que te festejan, y no puedo más que pensar en estos libros que nos has dado y que hacen la guirnalda de nuestro futuro". Con estas palabras abría Luis Aragón un homenaje al editor Jacques Damase, "artista en libros", y son las que prologan el catálogo de la exposición dedicada a Damase en la Biblioteca Nacional. Refleja la actividad de quien, nieto de una mujer con una biblioteca de fábula, quiso en su día "crear libros como quien crea cuadros" y que para editar el primero gastó las 18 monedas de oro regaladas, año tras año, por su madrina americana.

Ese primer libro creado con 18 monedas (Damase prefiere hablar de hacer libros) tuvo cierto éxito y, en la más vieja de las leyes económicas, con el beneficio pudo hacer el segundo.La bibliografía de Damase como editor -tiene otra no menos respetable como autor- es probablemente única en la edición de arte, sin olvidar que en ocasiones fue él quien descubrió a artistas.

La exposición permanecerá abierta en febrero en la Biblioteca Nacional de Madrid, después de haber sido exhibida en Barcelona y Valencia, y antes de serio en La Coruña y viajar a Estados Unidos. Jacques Damase comentó en Madrid que algunas piezas se habían perdido entre Valencia y Madrid.

"Un libro", dijo Damase una vez, "es como un acuario. El papel es el agua, el texto y las imágenes, los peces. Ambos deben armonizar". Con una ingenuidad que era "hermana de la audacia", según ha escrito Gilles Plazy, Damase, joven bretón llegado de París tras la guerra, visitó a los escritores y les pidió textos, y los pintores accedieron a ilustrarlos: no eran escritores comunes, ni pintores: Cocteau, Prévert, Tzara; Max Ernst, Picasso, Braque. Eran tiempos de posguerra y había sed de imágenes.

La muestra recoge un dibujo de Cocteau, enviado a Damase con la petición: ",Si le interesa tenerlo dígamelo y se lo guardo. Si no le interesa no tenga usted reparo en decírmelo. Eso no cambia nada". El dibujo, creado para ilustrar Enfants terribles, es uno de los característicos rostros de Cocteau, trazados, parece, sin levantar el lápiz, y con una visible influencia de Picasso, amigo del escritor.

Damase no tiene por lo visto ningún sagrado respeto por su colección, por la que le darían más de una fortuna en cualquier subasta. Y es que, como dice Kijno, el dibujante, "Damase no tiene nada que ver con esos fastuosos tecnócratas internacionales que pululan en los satélites del arte". Cuando se montaba la muestra en Madrid, el editor no tenía ningún reparo en decir: "Rompan si es necesario; que se vea", para asombro de las bibliotecarias, poco acostumbradas a semejantes instrucciones.

"Tuvo también esa fuerza de no ser nunca especialista en nada y no dejar estancar su curiosidad", escribe Gilles Plazy sobre Damase, y sin embargo advierte: "...Me asombro de que este amateur polimorfo, este metomentodo sin título, se comporte siempre como un profesional".

Así, Damase puede editar un libro con sus fotografías sobre la escultura fascista, enseñar otros ángulos de Antonine Wiertz, el hombre que se creía Miguel Ángel, o firmar el último catálogo de De Chirico.

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