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Entrevista:

Montserrat Caballé': "Las heroínas de cada casa sufren como las de las óperas, pero sin traje de época"

La soprano inaugura el día 4 la temporada operística de Madrid cantando 'Mefístofele',de Arrigo Boito

Hace apenas dos años, una soprano mundialmente famosa, una diva, un mito, alguien que parecía tenerlo todo, salió al escenario de la Zarzuela para cantar la Armida, de Gluck. El público, que siguió sobrecogido su interpretación apasionada, trágica, no podía suponer que aquella mujer volvía a nacer allí, envuelta en la amorosa melancolía del personaje. Que había, bajo la heroína lírica, algo más que una grandiosa intérprete entregando lo mejor de sí misma. Montserrat Caballé, aquel 16 de abril de 1985, metida hasta la sangre en la música, estaba tratando de saber quién, cómo, para qué iba a ser en el futuro: estaba tratando de empezar de nuevo a vivir.Meses antes, a principios de ese año, había sido víctima de un tumor cerebral por el que fue internada en un hospital de Nueva York y tratada con rayo láser. Armida era la prueba por la que quería pasar para medir las secuelas. Pero el público no lo sabía. Sólo un año más tarde, como de paso, la soprano reveló públicamente que había permanecido en un túnel, en una burbuja de interrogación y angustia. Según los médicos, era necesario un esfuerzo grande para poder llegar a la certeza de que la curación era completa. O que no lo era. Y Montserrat Caballé, con la determinación de una Tosca, de una María Estuardo, decidió: "Si tengo que saberlo, que sea cantando".

Pregunta. ¿En qué ha cambiado usted después de aquello?

Respuesta. Todo se ve diferente, y no es que lo sea, sino que antes no te dabas cuenta de cómo era. Y te dices cuánto tiempo he perdido, cómo no me enteraba de tantas cosas importantes, o que no lo son tanto, pero que son fundamentales para la propia vida. Y también tratas de hacer aquello que no hiciste. En mis relaciones personales ha habido también un cambio, porque del compañerismo hemos pasado a la fraternidad. Haberte enfrentado con la muerte te da una visión distinta de la vida, y cada nuevo día te parece un regalo. Y tienes que arreglar las cosas en seguida, no dejar nada por hacer.

Reencuentro

P. ¿Y en lo profesional?R. Me pasa un poco lo mismo. Ya que ahora tengo la posibilidad de hacer un repertorio al que antes no había accedido, en vez de dormirme y cantar lo de siempre prefiero renovarme. En lugar de diez Toscas, canto cinco y otras cinco nuevas. Porque éstas me dan la oportunidad de ampliar conocimientos y de acercarme a la música, de desarrollar una faceta de mi trabajo que estaba dormida.

P. ¿Cuándo se produjo ese reencuentro de Montserrat Caballé con su voz, ese saberse capaz de empresas más amplias?

R. Después de la enfermedad. Cuando me dije que la prueba para salir adelante tenía que hacerla emprendiendo una ópera de gran envergadura, cuando elegí Armida. Fue una decisión tomada en común con mi marido y mi hermano Carlos, que en principio eran partidarios de que me quedara en casa, y con los médicos. Éstos me ayudaron mucho, tanto los españoles como los extranjeros. Y el teatro de la Zarzuela, que estaba al corriente. Todos se apiñaron en torno a mí. Yo era una persona necesitada de ayuda, y ellos me la dieron, sabiendo lo que podía ocurrir. Eso no lo olvidaré nunca.

Respecto a mi voz, ahora sé que hay cosas del pasado que no podré volver a cantar, como Traviata o Luisa Miller, que requieren una voz muy ligera, muy alada. Estoy en un momento en que canto la Sieglinde, la Armida, canto Semiramide, que empecé a hacerlo en 1980; Telémaco, de Gluck, que la voy a interpretar en Viena, o esta misma Margarita del Mefistofele.

P. Que la tiene grabada y que usted define como "una Margarita muy pequeña".

R. (Risas). ¡Claro! Cuando la hice no tenía el volumen de voz de ahora. Fui a una forma de expresividad más belcantista, más pucciniana, más romántica. Mientras que la verdadera Margarita no es así, lo sabía la casa de discos, lo sabía el director, lo sabía yo. Plácido y yo dimos una visión romántica, y eso nunca se había hecho. En este momento, hacer Mefistofele significa encararme con el verismo, un verismo muy dramático, y eso es algo que yo he hecho muy poco a lo largo de mi carrera, sólo Adriana Lecouvrieur y Andrea Chènier.

Heroínas

P. Parece usted una mujer de las que resisten lo que sea. En los momentos bajos, ¿lo demuestra?R. No. Soy seca, muy para adentro.

P. Entonces, hay una frase de ópera que le va. La pronuncia Isabel de Inglaterra en Roberto Devereux: "Non si dica la regina d'Inghilterra ho veduta lacrimar".

R. Es verdad, es verdad. Los momentos dolorosos son algo que pertenece a la propia persona, pienso que no hay que fastidiar a los demás, que ya tienen bastante con lo suyo.

P. Como mujer, ¿de qué heroínas de ópera se siente más cercana?

R. Mire, todas las heroínas de ópera pasan por un sentimiento, y eso es lo que las acerca. En el fondo, en la vida real, las heroínas de cada casa también sufren. Hay momentos felices y otros que lo son menos. A mí me ocurre que ciertos personajes inciden más en la proximidad, y además transmiten una emoción con su música que te llena, te prende, y tú lo transmites inmediatamente al público. Me sería difícil pronunciarme -hablo de personajes, no de músicas- por una u otra, he cantado tantas y les tengo tanto cariño que resultaría ingrata. Todas tienen una verdad, tanto en la abnegación como en la maldad. No hay gran diferencia con la vida, créame. El mundo está lleno de Traviatas.

P. Y en las páginas de sucesos surge de cuando en cuando una Medea.

R. (Risas). Claro, claro.

P. Los tenores parecen los personajes más flojos de la ópera, ¿no le parece? Se ponen celosos, el malo les dice que la heroína no les quiere y ellos se lo creen y se van a la guerra, vuelven cuando las cosas no tienen remedio, tienen picajosas ideas sobre el honor, etcétera. ¿Cree usted que hay muchos tenores en la vida real?

R. (Risas). Puede que en la época actual haya mucho bajo, que, corno usted sabe, en las óperas es un personaje muy ambiguo. También hay barítonos, desde luego. Pero, ahora que lo dice, sí, sí, sí (grandes risas), hay mucho tenor.

P. Estudiar la música, hacer nuevos descubrimientos, avanzar, supongo que la compensa de esa vida nómada que se ve obligada a hacer. ¿O acaso le gusta?

R. No, no, no. No me agrada. Es una vida muy dura, aunque no lo parezca, aunque eso hace que sea un goce más grande cuando llegas al hogar. Claro que pasas tan rápido que más que otra cosa parece una degustación. (Muchas risas).

P. Tal vez por eso aguanta su matrimonio.

R. ¡Oh, espero que no sea por eso!

Vida familiar

P. En la soledad de los hoteles, aparte de estudiar, ¿a qué se dedica?R. Pinto. Cosas que veo. La ventana, los rinconcitos de la habitación. Normalmente, cuando permanezco bastante tiempo en. un sitio y me siento fuerte, hago óleos. Si no, pinto acuarelas, que son muy rápidas. En una tarde me hago una ventana.

P. También ve vídeos, ¿no?

R. Sí, lo que más me gusta es ver películas de las que llaman elásicas, del cine clásico, aunque la comedia musical no, lo siento, no es para mí. Las prefiero con una base. Tengo también muchas cintas de óperas, de conciertos y de ballet, que me entusiasma.

P. A sus hijos ¿les da por la ópera?

R. No, y estoy contenta. A la nena, la Montse, le gusta mucho el ballet, y lo practica porque le va bien para la columna, y a mi hijo le da por la astronomía. Ellos refieren escuchar sinfonías y, por encima de todo, música moderna.

P. En su casa, ¿todos escuchan lo mismo a la vez?

R. (Muchísimas risas). No, qué va. Hay días en que es muy espectacular. Cuando mi hija se prepara para unos cursos de baile español y se oyen los zapateos y las castañuelas en su cuarto. Y mi hijo, mientras estudia, se pone una gran sinfonía o una cosa moderna de esas como espaciales. Y la mamá, que la tengo delicada, está en su cuarto con la radio y la televisión al mismo tiempo. Y el abuelo, en la sala, viendo el partido de fútbol. Y yo, con el piano, estudiando. Es entonces cuando mi marido dice: "Oye, Montse, que me voy a mi cuarto a ver si no oigo todo este ruido".

P. Quizá tiene también una tata que canta a Manolo Escobar, en la cocina.

R. ¡Síííííííí! ¡La Maril ¡La tengo!

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