Acabar con la barbarie
DE NUEVO ETA ha expandido la sangre y el terror. Dos muertos, numerosos heridos y cuantiosísimos daños en edificios y viviendas particulares ha sido el resultado de la acción criminal dirigida contra un autobús en el que se dirigían a su trabajo 20 militares de la Academia General de Zaragoza. Con este tipo de atentados, dentro y fuera del País Vasco, la banda terrorista pretende hacer valer su amenaza sobre cualquiera, en cualquier momento y en cualquier lugar. Como profesionales del terror, parecen haber entendido que éste multiplica su eficacia en cuanto se hace menos determinable y previsible.La reaparición de ETA Militar en Zaragoza pocos días después del golpe dado a la infraestructura del comando Madrid constituye la respuesta presentida a este importante éxito policial. Pero que, aun esperándola, como tantas otras veces, se haya producido demuestra en qué grado los servicios de información son escasos y cuántas resultan las dificultades objetivas para combatir a la organización ETA.A estas alturas de la tragedia es incontestable que a la mejor acción policial debe sumarse también la responsabilidad política. Ante la vista de estas nuevas muertes y destrozos de Zaragoza se hace más incomprensible el espectáculo que durante dos meses, día a día, han venido dando las fuerzas políticas vascas, nacionalistas o no, incapaces de formar un Gobierno para Euskadi que facilite vías de pacificación y entendimiento. No se trata de encontrar correlación entre este nuevo desgarro de vidas humanas y las interminables diatribas interpartidistas. ETA mata sumida en su propia dinámica de obtener ganancias políticas y de todo género mediante un siniestro intercambio de secuestros y muertes. Su manera de entender el futuro del País Vasco queda al margen de cualquier orden democrático y se incluye en un sistema moral ajeno al que asumen los grupos representados en el Parlamento de Euskadi. Por otra parte, sus episodios particulares, su necesidad de cultivar el prestigio de su eficacia criminal, les lleva a una reproducción de su monstruosidad. ETA posee su propio discurso infame y sigue la dinámica que de él se desprende.
Pero que esto sea así, y se acreciente con caracteres más graves, debería acentuar a la vez la responsabilidad política y moral de aquellos grupos políticos que podrían devolver a Euskadi la esperanza de un porvenir donde se recuperara la normalidad y la confianza sociales. La escandalosa falta de acuerdo hasta el momento, la falta de una suficiente flexibilidad en las posiciones, constituye uno de los ejemplos más deplorables de incapacidad política, clientelismo e irresponsabilidad moral. Los desplantes de algunos líderes, las querellas personales, los recelos, las peticiones desmesuradas que han roto una y otra vez la negociación mientras ETA campa por sus respetos, pasan de ser ridículos a resultar patéticos.
El desafío de ETA está orientado contra la democracia y la convivencia en libertad de vascos y no vascos, y tanto unos como otros están esperando el día en que se pueda vivir sin el pavor de estas terribles muertes inocentes. En cualquier proyecto político del Estado o del País Vasco no puede existir nada que prevalezca sobre la apremiante necesidad de pacificar Euskadi.
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