El milagro cataldiano
La sonnambulaAutor: Vincenzo Éellini.
Intérpretes: Enedina Lloris, Rockwell Blake, Francesco Ellero, Mabel Perelstein, Mª del Carmen Hernández, Stefano Palatchi y Alfredo Heilbron. Dirección escénica:
Giuseppe de Tomasi. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo.
Director: Armando Gatto.
Liceo, 22 de enero.
"Sería deseable ver una escena envuelta en el sueño, una orquesta que toque con rigor camerístico y unos intérpretes que sepan aunar a la necesaria profusión de medios vocales una franciscana humildad de lectura. Milagros, todos ellos, ciertamente raros", señala a propósito de La sonnambula Glauco Cataldo en un ensayo sobre el teatro de Bellini. El Liceo no es Fátima, por más que ciertas puestas en escena puedan subrepticiamente relacionar, a los ojos profanos, ambos lugares. Y, sin embargo, no hay peligro de equivocarse si se afirma que en mucho se acerca la representación liceísta al milagro cataldiano.
Milagro, en primer lugar, de una voz que se consolida definitivamente entre las grandes: la de Enedina Lloris. Hay, al parecer, tensa expectación entre empresarios extranjeros para saber quién es esa joven soprano que debutó en Sabadell con Lucia, tras haber ganado el Francesc Viñas de 1983, y que a partir de aquel momento ha ido codeándose con lo mejor: Plácido Domingo en Madrid y Alfredo Kraus en B arce lona. Es de creer que los empresarios tendrán de la sonámbula Amina incorporada por ella cumplida respuesta a sus cuitas de buscadores de voces La Lloris es una coloratura completa, de bello timbre y agilidad inusitada, a la que cabe vaticinar un futuro lírico lleno de dicha y de ventura.
Escuela sólida
Más milagros:el del tenor americano Rockwell Blake que si no cuenta con una voz bellísima, sí que es portentosa en cuanto a extensión y modulación. Además proviene de una escuela teatral sólida como pocas: su italiano es sin mácula y su presencia escénica tan notable como para sobreponerse al personaje de Elvino, tontaina como pocos entre los muchos papeles tontainas que hay para tenores.
También dio la talla el bajo italiano Francesco Ellero d'Artegna, que fue Rodolfo. En su caso, el milagro estriba en que, en la segunda escena del primer acto, se carga en brazos a la suave soprano sonámbula y la deposita amorosamente en el lecho como si lo hubiera hecho toda la vida.
Hay más, que fue una noche redonda e inspirada como pocas. Soberbio el director Armando Gatto al frente de una orquesta que, pese a hallarse en un buen momento, nadie -aún- habría pensado capaz de acompañar con tanto tino, sensibilidad, cariño e inteligencia las voces. Hacía tiempo que no se escuchaba una ovación tan sonada para un director.
El coro sigue en su milagrosa buena línea: pese a tener que despacharse con unos curiosos movimientos de manos impuestos por el director escénico Giuseppe de Tomas¡.
Puesta en escena de postalita bien definida y demás reparto cumplidor hasta el final. Milagrosa cosecha lírica, señor Cataldo
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