Las oposiciones

En las recién terminadas. primeras oposiciones de ingreso al Cuerpo de Técnicos Superiores de la Comunidad de Madrid parece haberse querido inaugurar una nueva fase de criba en el sistema de selección de los funcionarios públicos. Se trata del cursillo que se ha seguido a la terminación de la oposición propiamente dicha, y que, en lugar de, venir precedido del tranquilizante nombramiento como funcionamos en prácticas de los felices ciudadanos ya seleccionados y de reducirse a una actividad académica de carácter incruento, ha venido a representar para todo el colectivo de aprobados el riesgo potencial de perderlo todo, y para unos cuantos, el perjuicio real de bajar varios puestos en el orden resultante de los exámenes. Es decir, a las 50 personas aprobadas (de entre 1.300 presentadas para 103 plazas ofertadas) se las ha sometido a un cursillo, tras cuyo breve desarrollo quedan desvirtuados los resultados de las tres pruebas de examen, celebradas con las formalidades y garantías de, publicidad y actuación colegiada normales.Es cierto que la programación de los cursos de que se trata implica un verdadero reto a la imaginación de los órganos rectores de la función pública, pues resulta difícil dotarles de un contenido susceptible tanto de interesar a unos opositores con la euforia del aprobado dentro como de contribuir a la formación específica de lo*s mismos. Mas así como la Administración del Estado, persuadida de la dificultad, opta por ensanchar y alargar las dimensiones de los cursos para que tengan algún provecho, pero sin recurrir a fórmulas de miedo, en cambio, la Administración madrileña, intentando corregir aquel proceder, se decide por la senda del temor académico.

Ahora bien, la innovación de que se trata, aun dejando a un lado el problema de su viabilidad jurídica (por aplicación supletoria de la normativa general que preceptúa el nombramiento de funcionarios en prácticas a quienes acceden a estos cursos), es que, desde un plano real y material, requeriría un marco circunstancial muy distinto del habitual. Quiere decirse que si el cursillo en cuestión hubiera superado en un solo punto a los habitualmente celebrados por la Administración estatal cabría empezar a plantearse el acierto de la novedad, mas si se tiene presente que su duración y contenido han sido mucho más livianos que en sus homólogos del Estado (10 semanas por las tardes, frente a seis u ocho meses), no se acierta a hallar las razones de lo ocurrido. Por último, del dato de haberse incluido a un preparador de oposiciones en el, cuadro de profesores, del curso, determinante de la nota final, cosa absolutamente prohibida en el reglamento general de ingreso en la Administración, sólo pudieron los opositores cursillistas deducir la habitual inocuidad de las calificaciones del cursillo. Sin embargo, quedaron éstos defraudados en su buena fe. A nuestro juicio, si no se rectifica en la línea iniciada se habrá creado un nuevo escollo en el sistema selectivo.-