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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Caballeros andantes

El pasado 3 de enero, Fernando Savater reiteraba una vez más sus conocidas opiniones en favor de la liberalización de la distribución de las llamadas drogas ilícitas, lo que me ha animado a expresar de una vez mi absoluto disentimiento. En primer lugar, Savater habla de drgas reduciéndose al estereotipo, esto es, a las drogas ilegales, porque si incluyera a las legales su argumentación se revelaría mejor como carente de sentido. Así, por ejemplo, hablar del alcoholismo como un problema de salud personal ("asunto mío") cuando produce accidentes de circulación, laborales, crisis familiares, malos tratos de niños, etcétera, es simplemente imposible. Tanto como intentar encajar en el infortunio natural de Nietzsche los accidentes, muertes, invalideces y los recursos sociales consumidos.Hoy día pocos discuten el contenido eminentemente social de conceptos como salud y enfermedad. De ahí que corresponda a los poderes públicos la prevención de la enfermedad y del abuso, lo que no pasa por la liberalización de la producción y reparto de drogas ilícitas, sino por la disminución de la oferta generalizada de todas las drogas, legales e ilegales. La existencia, caracteres y fluctuaciones de esta oferta son los factores que explican fundamentalmente el grado y tipo de consumo de drogas en cada país y grupo social, por encima de la teórica voluntad individual de autodestruirse. Voluntad, por otro lado, que el Estado no puede prohibir a nadie, pero que es absurdo igualmente que facilite cuando produce consecuencias socialmente indeseables y perjuicios a terceros y consume numerosos recursos públicos. Y que se produce a su vez como consecuencia no de una elección sólo relativamente mediatizada, sino de un proceso paulatino de mediatización creciente de la capacidad de elección.

Los problemas que surgen de la ilegalidad de algunas drogas no se extinguirían milagrosamente con su legalización, sino que darían paso muy probablemente a otros mayores: a mayor liberalización (mayor y mejor oferta, en suma), aumento del consumo (mayor demanda). La elección así planteada es menos simple, y ya no valen recetas de arbitristas ni proclamas de caballeros andantes; no es cuestión de cruzadas ni de la paz de los cementerios. Una vez más, el problema estriba en averiguar dónde se encuentra el mal menor.- Senador del PSOE y ex presidente de la comisión de investigación del Senado sobre tráfico y consumo de drogas.

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