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Karajan dirige por primera vez el concierto de Año Nuevo de Viena

Un joven director de orquesta de apenas 30 años actuaba por vez primera con la Filarmónica de Viena en la capital de Austria. Ocurrió hace 50 años, un 1 de enero de 1937. Al cabo de los años, este director, convertido en el más famoso de su profesión, de nombre Herbert von Karajan, le prometería a esta misma orquesta interpretar los tradicionales conciertos de San Silvestre y Año Nuevo al cumplirse las bodas de oro de aquella primera actuación.

Llegó la Nochevieja y el Año Nuevo a los 50 años de aquel día, y Karajan, a pesar de lo mermado de su salud, que cada día le incita a restringir más compromisos, cumplió su palabra con los músicos vieneses.Normalmente, y tal ha sido la norma duran te los seis años pasados, con Lorin Maazel, el célebre Concierto de los valses, que Eurovisión retransmite a medio mundo, se prepara con 48 horas de ensayos.

Pero Karajan tenía que cambiar la norma: los ensayos empezaron el viernes día 26, y el célebre maestro exigió la presencia tras las cámaras del más prestigioso realizador music, al británico, Humphrey Barton.

En dos de las jornadas de ensayo hubo otro quebrantamiento de las costumbres, y, caso insólito tratándose de él, Karajan aceptó la presencia de público en los ensayos, fundamentalmente estudiantes del conservatorio.

Por fin, la noche del día 3 1, Karajan ofreció el concierto de San Silvestre para los abonados de la Sociedad de Amigos de la Música de Viena, cuyo programa es idéntico al que se ofrece en la mañana del día 1 de enero.

Con su podio especial, que le permite dirigir apoyado, Karajan no abandona la escena entre vals y vals, y para él tocan. los músicos de la Filarmónica como hechizados, pendientes de su más mínimo gesto; gestos que der Gott (el dios) economiza al máximo.

Identificación con la orquesta

Tras lustros de querellas y rupturas abruptas, la Filarmónica y Karajan han accedido en los últimos años a una profunda, emocionante relación de conocimiento, respeto y afecto. Impresiona ver el grado de identificación de este artista, ya casi octogenario, con los instrumentistas vieneses.Karajan, que empezó tocando Valses en forma de sinfonías, de la familia Strauss, más que nostálgicas o regocijantes piezas de café -que tal es el origen de los entrañables valses y polcas vieneses-, terminó inmerso en la festiva tradición del Año Nuevo vacilando con la orquesta, bromean do con el público -en la mejor línea de Willy Boskowsky-, superando las limitaciones físicas de su delicado estado de salud y hasta marcándole al auditorio el ritmo y la intensidad de las palmadas con las que acompañaba la tradicional propina de la composición Marcha Radetzki.

El programa seleccionado englobaba los valses más famosos de la familia Strauss (Emperador, Danubio azul, Voces de primavera, Delirios) y no menos célebres polcas (Bajo truenos y relámpagos, Pizzicato); la única concesión a la musicología straussiana fue la inclusión de las dos Annen-Polka, la conocidísima de Johann, hijo, y la deliciosa e infrecuente de Johann, padre.

Al término de la velada, Karajan, a su aire, dispensó las felicitaciones de rigor, micrófono en mano: "Paz, paz y aún más paz para todo el mundo", deseó en inglés los dos días, pero el 31, en el Sylvester-Konzert se explayó un poco más en alemán, señalando que era la primera vez que dirigía en estos programas y deseando, íntimo desvelo, además de paz un año 1987 lleno de salud para todos nosotros".

Y sólo cuando había de subir y bajar, renqueante, al escenario, su expresión recordaba que a este hombre todopoderoso la salud es el único bien que le falta. Pero durante unas horas hasta él mismo se olvidó de ello, rejuvenecido, envenenado como estaba por la pasión del siempre joven vals.

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