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Muere Elsa Lanchester, la 'novia de Frankenstein'

La actriz británica Elsa Lanchester, viuda del también actor británico Charles Laughton, fallecido en 1962, murió la noche del pasado viernes, a los 85 años de edad, en un hospital de la ciudad estadounidense de Los Ángeles, California, a causa de una bronconeumonía. A lo largo de su carrera, fue Elsa Lanchester una actriz de las llamadas de reparto, pero que, sin llegar a alcanzar nunca los personajes estelares, hizo de su segundo plano un foco de singularidad interpretativa. Sus creaciones de Ana de Cleves en Enrique VIII y de La novia de Frankenstein son las más recordadas de su filmografía.

Elsa Lanchester comenzó su carrera mediada la década de los años veinte, en Londres. En una de las películas que interpretó por entonces debutó un joven actor de carácter llamado Charles Laughton, con el que se casó en 1929 y con el que se trasladó, cuando éste fue llamado allí, a Hollywood en 1934.La actriz interpretó en el Reino Unido, con anterioridad, dos filmes que le proporcionaron gran fama: Rembrandt y La vida privada de Enrique VIII. En ambos filmes actuó con Laughton. Ya en Hollywood, Elsa Lanchester interpretó la segunda película de la serie de James Whale sobre el mito de Frankenstein. Este filme, La novia de Frankenstein (1935), es considerado unánimemente como el mejor de la famosa serie y supuso para Elsa Lanchester su consagración como actriz eminentemente humorística.

Recientemente, TVE ha emitido otra de sus más famosas películas, también interpretada con Laughton: el filme de Billy Wilder Testigo de cargo, en el que daba la medida de su talento en el personaje de la enfermera que cuidaba del abogado protagonista.

Elsa Lanchester sufrió una crisis cardiaca en 1984 y el pasado día de 17 fue ingresada en el Motion Picture Hospital de Los Ángeles, donde murió, sin descendencia ni parientes cercanos, dejando escrito que no se celebre en su memoria ningún tipo de oficio religioso.

Era una actriz, como su marido, Laughton, con extraordinaria capacidad para representar el exceso, la desmesura, en sobre actuaciones inimaginables fuera de las peculiaridades de su técnica, aprendida en las tradiciones del music-hall Iondinense, en las que se formó.

Con Elsa Lanchester desaparece uno más entre la infinidad de nombres que han configurado la identidad del cine universal.

Sus más altos logros interpretativos son los arriba citados, pero el resto de su vasto trabajo se distribuye en decenas de películas donde su rostro no fue estelar, pero en las que contribuyó a dar solidez a repartos en los que con frecuencia los actores secundarios de Hollywood superaban con creces a las cabeceras de cartel.

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