Desconexión grave
Mi lectura de EL PAÍS de cada día tiene lugar a las siete y media de la mañana, recorriendo las aceras que van desde el Manzanares hasta Atocha. Suelo empezar con el editorial.Cuando llevaba 30 segundos de Gorbachov y los derechos humanos, me detuve para comprobar la portada. Pero se trataba de EL PAÍS; no había habido error atribuible a la oscuridad ni a la niebla. Si he de ser sincero, no me sorprendió en exceso el amplio repertorio de horrores soviéticos (Prensa censurada, control de asociaciones, mal funcionamiento de la justicia, prohibición de desplazamientos...), máxime por el enorme contraste con las posibilidades que nuestra sociedad ofrece a cualquier ciudadano para ser rápida e imparcialmente juzgado, viajar a Estados Unidos o a Marbella, hacerse socio del Club de Campo o incluso editar un periódico con cómodos créditos bancarios y garantía personal. No me vino por ahí el escozor. Lo, que llegó a preocuparme fue la falta de pulso social que se trasluce al ridiculizar, minimizando su importancia, que. en un debate sobre derechos humanos sean incluidos puntos tan vitales como los referentes al derecho al trabajo, a la vivienda...
Que un editorialista de EL PAÍS insinúe que este tipo de cuestiones cae fuera del contexto de un debate sobre derechos humanos, o que su inclusión en el mismo vendría a ser una mera manipulación para desviar la atención sobre otros derechos, supuesta o realmente, más importantes, me parece muy grave, tanto por lo que refleja de falta de sensibilidad en su autor como de desconexión con la sociedad por parte del periódico que usted dirige.- José Antonio Rodríguez Fraguas
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