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Arafat quiere poner fin a la 'guerra de los campamentos' en Líbano

Yasir Arafat parece haber decidido que es hora de detener la guerra de los campamentos y no arriesgar las importantes conquistas obtenidas para la causa de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Las armas de Al Fatab callaron el pasado lunes por primera vez desde finales de septiembre y el responsable militar de la OLP, Abu Yihad (Jalil Wazir), dio su luz verde al proyecto iraní de alto el fuego. La guerra ha causado más de 500 muertos y 1.500 heridos.

La tensión bélica fue descendiendo poco a poco a lo largo de la pasada semana y, desde hace unos días, se ha convertido en eso que la Prensa libanesa llama calma precaria. Los milicianos shiíes de Amal no han podido desalojar a los fedayin palestinos de la estratégica localidad de Magduche y tampoco han acertado a ocupar alguno de los campamentos que asedian. Mientras tanto, la unidad entre las facciones palestinas partidarias y enemigas de Arafat marcha sobre ruedas.Abu Yihad conversó el lunes con Georges Habache y Nayef Hawatmeh, los dos principales dirigentes históricos palestinos con base en Siria. El primero estaba en Bagdad, donde la OLP tiene su centro de operaciones armadas, mientras que Hawatmeh y Habache se encontraban en Damasco, en el despacho del número dos libio, comandante Abdel Salam Jalud. El libio reside en Damasco desde el 24 de noviembre, en un esfuerzo por ayudar a los dirigentes sirios a solucionar la guerra de los campamentos.

Primer contacto

Aunque fuera telefónico, se trataba del primer contacto de este tipo, a varias voces, desde la ruptura, en 1983, entre Arafat y Siria y las organizaciones palestinas que este país apadrina. Poco después se produjo la aceptación de Abu Yihad de la mediación iraquí. Con toda probabilidad, el consejero de Arafat pretendió salvar la unidad palestina forjada en la guerra, en especial en Magduche. Esa unidad entre todos los fedayin sufrió una crisis el pasado domingo, cuando algunos combatientes de los grupos prosirios abandonaron las trincheras de Magduche. Al Fatah las ocupó de inmediato.La estratégica posición seguía ayer en manos palestinas. Abu Yihad ha exigido el cese del bloqueo total a los campamentos de refugiados. Ha insistido asimismo en que sus hombres no devolverán Magduche a Amal, sino a alguna de las fuerzas que no han participado en los combates; esto es, a los drusos, los nasseristas de Sidón o los proiraníes Hezbolá.

El segundo vencedor temporal de la guerra es Irán. Lo que Siria no ha obtenido ni con la colaboración del comandante Jalud, lo está consiguiendo un puñado de mullahs vinculados al Ministerio de Asuntos Exteriores de Teherán. La intensidad de los combates disminuyó día a día, y el proyecto iraní de alto el fuego es el único de los elaborados que es considerado por todas las partes.

Amal es el perdedor. El movimiento que dirige Nabih Berri está aislado en el laberinto político-militar libanés. Sus correligionarios shiíes de Hezbolá (Partido de Dios) no han combatido a su lado y se presentan como neutrales. Los drusos del Partido Socialista Popular han adoptado la misma actitud, pese a que Walid Jumblat amenazara a los palestinos con unirse a Amal. La izquierda musulmana -comunistas, baasistas y nasseristas- también es hostil a Amal. Le acusan de intentar liquidar la presencia palestina para asegurar la tranquilidad del norte de Israel. Ni los cristianos han respondido al llamamiento de Amal, que se presenta como una fuerza nacionalista que combate una presencia armada extranjera. Y eso que los cristianos fueron, en 1975, los primeros en abrir fuego contra los fedayin.

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