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Tribuna:EL EQUILIBRIO DE LA BALANZA DE PAGOS
Tribuna
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Invertir en el extranjero

Después de 50 años de prohibición, los residentes en España podemos de nuevo, desde el 7 de noviembre pasado, invertir en valores extranjeros sin previo permiso administrativo. Aunque esta nueva libertad queda sometida a importantes limitaciones, sin embargo es lo bastante amplia como para suponer una revolución en las costumbres de los inversores españoles. Las benéficas consecuencias que de todo ello pueden derivarse para los ciudadanos españoles y para el Estado mismo nos llevan a felicitarnos de este nuevo paso en el camino de la libertad económica.Nada más iniciada la guerra civil, el Gobierno de Burgos estableció un severo régimen de control de cambios, compañero necesario de una economía planificada de guerra: las divisas se atribuían administrativamente a las diversas actividades económicas en vez de abandonarse su asignación a la libre subasta del mercado de cambios.

Terminada la guerra y creado el Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME), el control de cambios continuó siendo hasta 1959 una forma de planificación. En especial, la multiplicidad de valores de la peseta para diversas operaciones primaba algunas actividades, como la compra de equipo industrial, a costa de otras, como la venta de naranjas.

Llegada la estabilización de 1959 y el ingreso de España en los organismos económicos internacionales, el papel del control de cambios varió sutilmente. La prohibición administrativa (indebidamente respaldada por castigos de carácter penal) procuraba dos fines: a) que el tipo de cambio de la peseta no reflejara la política suavemente inflacionista de la autoridad monetaria española, y b) que no se hurtasen capitales al pago de los impuestos. Esos dos fines se escondían tras la retórica del "crimen de llevar maletas de dinero a Suiza" cuando escaseaba la inversión en España.

Una vez pagados los impuestos, el individuo tiene un derecho natural a invertir su dinero donde le plazca. Dicho de otra forma (para utilitaristas), conviene a una economía capitalista que los individuos decidan dónde invertir sus capitales. Precisamente, la gracia de una estructura poliárquica como es la economía de mercado reside en su capacidad de financiar muchos proyectos para que la competencia seleccione las mejores. Una organización jerárquica y planificadora tenderá a ahogar la innovación en aras de la dominación de todo posible error.

La peseta tendía a devaluarse por la política monetaria permisiva de los años autárquicos. Mantener la peseta sobrevaluada gracias al control de cambios, apoyado en salvajes castigos, favorecía a la ciudad importadora frente al campo exportador.

El objetivo de hacer pagar los impuestos legítimos sobre el capital y sus réditos no necesitaba la prohibición de exportarlo, como puede verse en la reciente medida liberalizadora. Es posible combinar libertad de exportación de capitales con la persecución del fraude fiscal.

Adhesión a la CE

El sistema franquista de control de cambios, reafirmado por los Gobiernos de UCI) y del PSOE, recibió un golpe de muerte con la adhesión de España a la CE. Ahora que está de moda lamentar las malas consecuencias de nuestra entrada en el club europeo, quiero destacar alguna buena.

En el año de 1989 España está comprometida a permitir la libre adquisición de valores mobiliarios en las bolsas europeas por parte de los residentes españoles. En 1992, los residentes podrán adquirir inmuebles y sociedades inmobiliarias; además, se impondrá una completa libertad bancaria. Únicamente se podrá inantener emnces el control de los movimientos de capital a corto plazo, lo que el decreto liberalizador impone, como es comprensible.

En efecto, los mercados de cambios se encuentran sometidos a graves distorsiones, porque los responsables de las principales monedas -dólar, yen, marco...- no se ponen de acuerdo en las políticas que las mantendrían estables entre sí y ancladas a un patrón común.Paradójicamente, no es posible acercarse a la unión monetaria paso a paso, y España se verá obligada a mantener siempre algún control sobre los movimientos de capital a corto plazo, a menos que entregue su soberanía monetaria al Bundesbank alemán (lo que no estaría nada mal.)

El Real Decreto 2374/1986, de 7 de noviembre, se comprende sólo dentro del marco histórico que acabo de describir con cierto detalle.

En algún momento era necesario poner en obra la liberalización financiera impuesta por el tratado de adhesión, de 12 de junio de 1985. ¿Qué mejor momento que éste de superávit en la balanza de pagos?

Se espera que el año 1986 acabe con un saldo favorable en nuestros pagos anteriores, de 5.000 millones de dólares, y ello a pesar de cuantiosas devoluciones de deudas extranjeras. Esta acumulación de divisas en el Banco de España empuja el valor de la peseta hacia arriba, lo que reduce la competitividad de nuestras exportaciones de bienes. Lo mejor es permitir que los individuos y las empresas hagan suya una parte de las reservas del Banco de España, con lo que la peseta se estabilizará frente a las monedas de nuestros clientes.

El decreto sobre inversiones españolas en el exterior combina todos estos elementos de forma aceptable a la vista de que es obra de un Gobierno socialista (aunque no estoy nada seguro de que nuestra derecha hubiese hecho nada mejor).

Los residentes españoles pueden invertir su capital comprando y vendiendo valores cotizados en bolsas o mercados organizados de todos los países cuya moneda se cotice oficialmente en Madrid (pues no hay quien ponga puertas al campo una vez que se puede acceder al libérrimo mercado de Londres).

Las limitaciones son las siguientes: a) sólo se puede tener dinero líquido durante 15 días; b) los títulos adquiridos deben tener una vida mínima de un año; c) no se puede volver a pesetas antes se seis meses. Estas tres condiciones permiten mantener el control sobre los movimientos de capital a corto plazo, excepto los movimientos causados por el adelanto o retraso de pagos por importaciones o cobros de exportaciones (una puerta por la que pasa un tiro de seis mulas con su carro).

Otras limitaciones son: d) que no se adquiera el control de la sociedad extranjera o más del 20% de sus acciones; e) que las inversiones se hagan a través de un intermediario financiero, a cuyo nombre quedarán los títulos; f) los intereses y dividendos sólo podrán reinvertirse tras volver al intermediario financiero. Estas otras tres condiciones procuran que el dinero sea blanco y se paguen todos los impuestos sobre las plusvalías y los réditos.

Queda otra última limitación: g) se podrán invertir cinco millones de pesetas o más, hasta el 30% del patrimonio declarado el año anterior por el inversor, o de los recursos propios en el balance cerrado de una sociedad. Esta limitación no se entiende.

La oportunidad, pues, está ahí. Ahora podemos los residentes diversificar nuestras carteras para poner una parte de nuestro patrimonio a cubierto de los avatares de la economía española. Es cierto que el Gobierno puede suspender la liberalización si sus errores ponen en peligro la economía nacional, pero no creo que fuerce a nadie a vender y repatriar. Todos podemos exportar cinco millones o hasta el tercio de nuestro patrimonio. Nuestras sociedades de seguros, sociedades de cartera, bancos, cajas de ahorros, pueden colocar sus (nuestros) fondos gananciosamente en mercados sólidos y prósperos, incluido, claro, el español mientras lo sea.

Quienes quieran seleccionar directamente acciones y obligaciones en distintos mercados deberán acudir a alguna casa que conozca esos mercados o que tenga buenos corresponsales fuera. Más sencillo es adquirir participaciones en fondos de inversión: los garantes de los mismos elegirán las monedas, las bolsas, los títulos que mejor convengan.

Siempre la libertad

Recuerdo caras de horror en la izquierda y en la derecha en el hemiciclo cuando me atreví a atacar el control de cambios durante la última legislatura. Ya no soy diputado, pero me alegro de este triunfo póstumo de las concepciones liberales.

Probemos ahora cómo funciona la libertad de inversión. Yo vaticino que bien, como siempre que se impone la libertad.

Pedro Schwartz es catedrático y consejero director del área internacional de Iberagentes.

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