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San Teleco

Rosa Montero

Lo escuché casualmente en los informativos de Radio Tres, porque nadie más se había hecho eco de tan pasmoso asunto. Hete aquí que, el viernes 5 de diciembre, 300 mostrencos embriagados que pasan por ser estudiantes de Telecomunicaciones asaltaron el edificio de filosofía B de la Complutense al enjundioso y refinado grito de "queremos follar".Los susodichos, que a lo que parece llevaban el cerebro en la entrepierna y habían llenado el retumbante vacío de su caja craneal con unos barrilitos de cerveza, destrozaron las aulas, pegaron a los alumnos, derribaron las puertas de los retretes en donde se habían refugiado despepitadamente las mujeres, las desnudaron rasgándoles las ropas con el vidrioso filo de las litronas rotas, y luego, en fin, mantearon alegremente a unas cuantas. Como los humanoides asaltantes tenían a la sazón completamente beoda la neurona, las chicas se les cayeron de las mantas y se abrieron la cabeza tontamente. La policía tardó 45 minutos en llegar. Fue todo la mar de divertido.

No se inquieten ustedes, sin embargo: los agresores no son punks rabiosos ni estudiantes extremistas. No y mil veces no: los 300 marmolillos que asaltaron Filosofía son buenos hijos de familia, futuros ingenieros de la nación, guasones y rectos muchachitos que estaban honrando a san Teleco, un patrón de su invención, con una fiesta que repiten cada año y que suelen celebrar de esta manera. Son bromas propias del ingenio universitario, de ese rancio talante estudiantil que brilla con especial fulgor en las tradicionales novatadas, las cuales, como todo el mundo sabe, consisten en torturar de un modo muy chistoso a los incautos.

A una, visto el estilo que estos burros se gastan, le entran ganas de ponerse a tono y gritar alguna finura del tipo de "a los de Telecomunicaciones hay que cortarles los cojones". Pero yo prefiero cultivar mi razón y no mis bajos. Así es que me contento con que se reconozca a los agresores, para que puedan ser expulsados de la Escuela y procesados.

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