Dos sostenes, un napolitano y una periodista soviética
Un ingeniero italiano ayuda a ganar una batalla contra el ministro soviético de Industria Ligera
El ingeniero napolitano Aldo Zaniboni, de 58 años, está a punto de ganar una batalla contra el mismisimo ministro de Industria Ligera de la Unión Sovietica, Lev Vasilev, gracias a dos sostenes enviados a una periodista soviética. Todo empezó cuando Zamboni, casado, separado y padre de tres hijos ya mayores, que se define "experto en instrumentos aeronáuticos", leyó en el diario Il Mattino, de Nápoles, que en la URSS millones de senos femeninos vivían un verdadero suplicio por ir enfundados en "auténticos cilicios".
La denuncia la había escrito la periodista soviética Marina Lebedeva, de origen italiano, en el diario Izvestia. Lebedeva lleva haciendo una campaña de Prensa desde su sección, Entre nosotras, mujeres, contra el ministro de Industria Ligera, a quien responsabiliza de que se fabriquen en aquel país sujetadores incomodísimos para las mujeres.El buen señor napolitano leyó la noticia y se conmovió: "Sufría pensando en tantos senos bonitos martirizados por unos corsés duros como cilicios", confesó ayer.
Y, ni corto ni perezoso, salió a la calle y, en la primera tienda, compró dos sujetadores "muy sencillos, de mil quinientas pesetas", preparó un paquete y se lo envió a la periodista con esta misiva galante: "Me permito enviarle estas dos prendas con la esperanza de que sean de su medida. Espero un día poder cenar con usted en Capri, a la luz de la luna".
Viaje a Moscú
Marina Lebedeva recibió el regalo y contestó en seguida con una carta emocionada en la que le decía: "¿Como ha podido usted acertar mis medidas?". La periodista contó esta historia en su periódico. El ingeniero napolitano no esperó más y se fue a Moscú para conocerla: "Lógicamente", dice ahora, "no tuve la falta de delicadeza de preguntarle si llevaba encima uno de mis sujetadores".No se sabe si fue gracias a esta historia romántica, pero el caso es que Zaniboni volvió enamorado de la Unión Soviética, mientras la periodista recibió nuevos ánimos para continuar su batalla contra el ministro de Industria Ligera para que permita fabricar sostenes más cómodos y mórbidos como los italianos.
El apoyo recibido por Lebedeva gracias a la historia napolitana ha debido ser fuerte, ya que acaba de telefonear a su amigo ingeniero comunicándole la buena nueva: el ministro de Industria Ligera ha cedido. Ella ha ganado la batalla. Las mujeres soviéticas tendrán sujetadores más suaves. Y quién sabe si al final el buen Mijail Gorbachov no acabará permitiendo que el look italiano vista los senos rusos. Hay quien jura que ya hay napolitanos que están pensando en abrir rápidamente una fábrica de dichas prendas femeninas para, en ese caso, no perder el tren de la buena suerte. Y, naturalmente, han puesto el asunto en manos de san Gennaro.
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