Problema de autoridad
Los presidentes de la plaza de Las Ventas consideran necesaria la reforma del reglamento, mientras los aficionados habituales de esta misma plaza lo que consideran necesario es que el vigente se cumpla.Desde la guerra, los aficionados nunca han dejado de afirmar que el problema de la fiesta es consecuencia de la falta de autoridad.
Cuando el año 1962 se aprobó el reglamento que sigue en vigor, ya los aficionados decían que habría bastado con que el derogado se hubiese cumplido. En la redacción del reglamento de 1962 participaron diestros en activo que, naturalmente, barrían para casa y consiguieron que se redactaran a su capricho artículos fundamentales.
Aquél reglamento estaba redactado de tan equívoca manera que, por ejemplo, posibilitaba la lidia solapada del utrero en corridas de toros, entre otras barbaridades. La consecuencia inmediata fue que empezaron a proliferar los taurinos desaprensivos y la desvergüenza, aliada con la corrupción, dominó el espectáculo durante toda la década de los años 60.
Posteriores decretos corrigieron la falacia de la edad del toro. Pero otros incumplimientos y corruptelas persisten ante la pasividad de los presidentes, que son los responsables máximos de que el reglamento se cumpla. Por ejemplo, es responsabilidad de los presidentes que los caballos de picar salgan con los prohibidos manguitos; que la brutalidad de los puyazos traseros se haya convertido en norma; que tantos toros sospechosamente romos se admitan en el reconocimiento y no recaiga sobre el ganadero la correspondiente denuncia; que tantos otros descaradamente inválidos no sean devueltos al corral pese a las protestas de la afición y hasta el conflicto de orden público.
Da la sensación -quizá no cierta, pero así llevamos casi 50 años- de que entre el palco y los profesionales del toro hay connivencia. Y no se ven motivos para suponer que esta sensación vaya a desaparecer por la simple reforma del reglamento. A no ser que el nuevo reglamento legalice el fraude; que, para algunos estamentos taurinos es, efectivamente, de lo que se trata.
Babelia
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