Una sorpresa
El británico Wilko Johnson regaló a Madrid un concierto para recordar. Cuando tras 75 minutos de música apenas interrumpida con escuetos "gracias" entre canción y canción abandonó el escenario, había logrado eso que todos los músicos pretenden y muy pocos consiguen: detener el tiempo.Desde la primera canción, el guitarrista que en 1971 formó la banda Dr. Feelgood ofreció sólo música. Un rhythm and blues puro y simple a un volumen ajustadísimo que permitió un buen sonido. Wilko Johnson es un magnífico guitarrista, con una técnica particular y muy desarrollada, sin utilizar púa en una mano derecha que acompaña, frasea e improvisa al mismo tiempo con esa facilidad tan difícil de conseguir y tan flamenca. Además, su dominio de los acordes -dentro de la más pura ortodoxia del género- le permite enriquecer y mejorar armónicamente las sencillas canciones. Así, pues, irreprochable como instrumentista. Como cantante no es excepcional, pero tiene las facultades necesarias para superar con creces lo exigible.
Concierto de Wilko Johnson
Wilko Johnson (voz y guitarra), Norman Watt-Roy (bajo y coros), Salvatore Ramundo (batería). Sala Universal. Madrid, 4 de diciembre.
Su repertorio está basado en el rhythm and blues clásico, y versiones de temas como el Wooly Bully, de Sam the Sham and the Pharaons (1965), indican claramente los caminos paralelos en los que también se introduce. Eso es todo. Sobre el escenario sólo hubo tres músicos divirtiéndose con la música dentro de unos esquemas libres. Esta libertad únicamente se la pueden permitir quienes tlenen facultades para desarrollarla, y a Wilko Johnson y sus compañeros les sobran. Aun así, hay que agradecerles que la ejerciten, porque hay quien puede y no quiere.
A la calidad del concierto contribuyeron también sus acompañantes: el batería Salvatore Ramundo y, especialmente, el bajista Norman Watt-Roy. Miembro de los Blockheads de Ian Dury en 1977, su precisión sustentó al trío, permitiendo a Wilko desarrollar a sus anchas el trabajo con la guitarra. La compenetración de ambos en la instrumentación y los coros posibilitó también que las canciones no fueran lineales, tuvieran matices y, en definitiva, mantuvieran la expectación que produce la posibilidad de la sorpresa. Porque no hay nada más gratificante que ignorar lo que puede suceder en la siguiente canción cuando la calidad está asegurada.
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