Jirones de silencio
El pesimismo que anida en las conciencias de muchos vascos tiene su raíz en la contrastada imposibilidad de comunicación que resulta de la algarabía de gritos entrecruzados. La ausencia de un mínimo terreno de entendimiento, de un lenguaje lógico compartido, favorece el imperio del silencio. Un silencio triste, casi fúnebre. "Una cruz gamada se está formando entre nosotros y va entrando en la vida cotidiana de los ciudadanos vascos", advertían hace poco los promotores de una Campaña contra el silencio ante la violencia. Pero los carteles que pegaron en el casco viejo de Bilbao fueron arrancados casi de inmediato. Sobre las paredes quedan jirones en rojo y negro, cicatrices.Sobre fondo rojo silencioso el círculo blanco destaca la silueta de una mujer que se desploma de costado ante la mirada aterrada del niño que la acompaña. El cañón del arma homicida que apunta a la cabeza de la mujer es a la vez una de las aspas de la cruz gamada que se está formando, pero también el anónimo dedo acusador que sale de la masa silente señalando a la víctima.
Los nazis no triunfaron sólo por su violencia, por su desprecio a la forma de pensar de los demás. Su triunfo se debió sobre todo a la pasividad y al silencio, a la cobardía de la máyoría de la población, que primero calla y se encierra en sus casas dejándoles la calle y más tarde termina por entregarles su voto". El manifiesto contra el silencio fue arrancado junto con los carteles.
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