_
_
_
_
_
Tribuna:EL NUEVO ROSTRO DE MADRID
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Beautiful people, beautiful city

La nueva identidad que Madrid busca en su condición de ciudad europea- mediterránea y en su capitalidad de la región viene a resolverse con actuaciones selectivas sobre el centro histórico y sus límites, actuaciones para recuperar visualmente la memoria de una ciudad que tuvo límites precisos y que hoy se ve, como tantas otras, frenada en su expansión.Así, plazas, plazuelas y monumentos del Madrid cortesano se van rehabilitando al mismo tiempo que los lugares de la primera capitalidad, Puerta del Sol, Atocha, tratan de armonizar sus significados funcionales con sus expresiones estéticas. El new look entra como criterio decisivo en las actuaciones urbanísticas del Gran Madrid.

El poblamiento, la urbanística, y en ella la edificación y las dotaciones infraestructurales, han sido históricamente terrenos privilegiados de actuación y expresión del poder, por su capacidad para expresarse en el lenguaje de la calle frente a la escritura legislada, y como mensaje dirigido a los grupos ciudadanos frente a la población rústica. En este sentido puede hablarse de las actuaciones en este sector como de alta significación político- simbólica.

Así, conforme el poder municipal se democratiza, la actuación urbanística debe responder a unas demandas sociales reales recogidas de la observación y conocimiento directo de la vida de los madrileños.

Este centro de Madrid, entre lo viejo y lo antiguo, arrastra fuertes taras estructurales (mala construcción, humedades, infraviviendas, hacinamiento ... ) en no pocos edificios de viviendas en distritos tales como Centro, Latina, Arganzuela, Tetuán..., áreas en las que dichas actuaciones prácticamente se concentran.

Si bien el Programa de Rehabilitación reconoce este tipo de realidades allí donde éste se pone en marcha, resulta extremadamente dificultoso -por la convergencia de problemáticas sociales y jurídicas de diferente índole- el paso de la rehabilitación exterior a la mejora en las condiciones de habitabilidad de las viviendas más necesitadas.

Al mismo tiempo, como la cuestión de la vivienda constituye un espejo privilegiado de reconocimiento de la crítica realidad social, difícilmente pueden acometerse programas de fondo allí donde, por un' lado, el interés público pugna por abrirse paso ante la especulación privada; por otro lado, los cambios sociales en el modelo familiar y los nuevos signos de valoración social del centro histórico como lugar de residencia inciden sobre las expectativas especuladoras de la reducida población beneficiada. A estos residentes se pretende consolidar mediante el Programa de Rehabilitación Pública de Viviendas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Todo ello convierte en dudoso el alcance social y la prioridad concedida a dichas actuaciones, en su eficacia para incidir sobre la población residente menos favorecida.

Jóvenes y ancianos

De lo que no cabe ninguna duda es de la creciente complejidad y diversificación de los grupos sociales madrileños y de la repercusión en las demandas de espacio privado y público que este nuevo paisaje social presenta en la actualidad.

En, este Madrid, como en todas las grandes ciudades europeas, aparece entonces como objetivo prioritario la necesidad de disponer en propiedad municipal de un patrimonio de fincas urbanas para la resolución de las demandas de vivienda y equipamiento que se han venido acumulando a partir de la evolución de los modelos de convivencia.

Y, con toda lógica, la existencia de una nada desdeñable cantidad de fincas vacías o subocupadas y de solares inmovilizados podría permitir mediante ley -de expropiación por necesidad social, de permuta, de rehabilitación concertada- comenzar a hacer frente a esas nuevas necesidades que, querámoslo o no, han venido de la mano de la evolución en nuestros modelos tradicionales de convivencia.

En este punto, realmente, las posibilidades creativas del mercado libre inmobiliario han catapultado los precios de venta y alquiler del alojamiento y no parece que la situación alcista tienda sino a acentuarse sin una clara intervención municipal, más allá de los Programas de Rehabilitación privada de carácter exclusivamente estético-arquitectónico.

Sin embargo, como apunte de la nueva configuración y distribución de los grupos sociales madrileños que exigen un nuevo tratamiento de la problemática urbanística en materia de vivienda, vemos cómo los grupos de jóvenes o los ancianos se ven sometidos a una adaptación forzada de dependencia del núcleo tradicional familiar, en el primer caso, mediante una apropiación de la calle como espacio de reconocimiento y encuentro social, y en el segundo, a través de una lucha contra la marginación o relegación familiar en el contexto de una vecindad cada día más anónima.

Si consideramos las condiciones de extraña domesticidad de los jóvenes y su forzada sujeción al hogar paterno con la falta de un espacio individual en él, con la fiscalización de los amigos en casa por parte de los padres y el control de las actividades en ella, nos vemos enfrentados a una realidad marcada más por la imposibilidad de acceder a una vivienda que por la voluntad de recuperar un diálogo familiar perdido.

En esta dirección se abren líneas prometedoras y pertinentes de intervención urbanística municipal capaces de responder a nuevas demandas sociales de alojamiento que, como en este caso de la juventud, pudieran posibilitar, mediante arrendamientos controlados y renovables limitadamente, de estudios, buhardillas y viviendas compartidas a bajo alquiler, el paso del tiempo-espacio transicional desde el hogar familiar a una situación adulta mediante el aprendizaje en la gestión del espacio de la intimidad propia.

La segregación social que se viene esgrimiendo como argumento disuasor de una política de viviendas para jóvenes se da ya para los ancianos pertenecientes a las clases más favorecidas con las residencias-sanatorio de tercera edad. Ni unos grupos ni otros deben ser excluidos o agrupados en el medio urbano madrileño y deben reconocerse para ellos viviendas con dotaciones, características y precios de arrendamiento que con mucho difieran de las viviendas estándard dirigidas a los grupos familiares.

El Sur también existe

Madrid, en sus necesidades sociales, encierra prioritariamente las que de modo acumulativo manifiesta su mitad sur. Sometida a un intenso deterioro en su patrimonio de viviendas, a una dependencia equipamental y ocupacional con respecto al centro y sin una red adecuada de accesibilidad a él, debiera ser considerada zona de actuación urbanística preferencial en los próximos años, con especial calificación de rehabilitación y reanimación urbana y social.

En este recorrido no se pueden olvidar las soluciones prometedoras que debe ofrecer -para la integración y el reconocimiento étnico en el plano urbanístico- la Gerencia para el Realojamiento de la Población Marginada Madrileña, de reciente creación.

En estas posibles actuaciones, el diseño y la expresión arquitectónica aparecen como la culminación de un proceso de reflexión decisiva sobre lo social, y no como su sustitución, que enmascara, en vez de recoger, la nueva realidad madrileña.

José Ignacio Vicente-Mazariegos es profesor de Sociología.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_