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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Correos acorazados

Si en alguna ocasión me sentí culpable de nada fue en la oficina de Correos de El Goloso (Madrid), al ir a recoger un paquete con dos muñecas que enviaba mi padre desde Badajoz para sus nietas.La oficina de Correos de El Goloso está ubicada en el interior del cuartel militar de la División Acorazada. Por lo insólito del hecho tardé bastante tiempo en aceptar que debía entrar en un cuartel para retirar el paquete con las muñecas que llegaban por correo. Convencido inicié la aventura. En la entrada del cuartel, además del soldado que la protegía con su arma, había en el suelo una defensa de puntiagudas cuchillas, complementando la protección. Allí paré mi automóvil. El soldado dio un grito ininteligible y apareció otro joven uniformado; éste se aproximó al coche, y, sin saludar, me preguntó por el motivo de la visita. Le enseñé el resguardo de Correos y con respeto le dije que intentaba retirar el paquete allí indicado. Me pidió el DNI, y con ambos documentos se fue a una pequeña y próxima caseta. Después de 16 minutos volvió el joven acompañado por un oficial y dos soldados más. Me ordenaron que abriera el capó y el maletero. Cumplida la instrucción, dos soldados, como expertos mecánicos, buscaron sin éxito la prueba de mi delito. El oficial me entregó el resguardo, pero no el DNI, y los soldados, después de quitar la defensa mecánica de la entrada, me pidieron que estacionara el coche en una pequeña explanada cerca de la entrada. Uno de ellos me acompañó a la oficina de Correos, andando unos 70 metros, muy cerca de unos carros de combate parados. En nuestro destino, mi acompañante me pidió el resguardo y me dijo que esperase en la puerta. Once minutos más tarde me entregó el paquete y regresamos al coche. En la antesala de la salida me entregaron el DNI, bajaron la defensa y, sin que ninguno de los presentes se dignase a ofrecerme un cortés adiós, me indicaron que saliese.

Regresé a mi casa y llamé a mi padre por teléfono, rogándole que nunca más enviase por correo muñecas a sus nietas.-

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