Locura sin encanto
Hay un drama de amores encontrados en los que quieren hacer danza-teatro y recurren a despojar al baile, sin paliativos, de su esencia motora: el movimiento armónico. Valdría la pena analizar cómo de 10 años a esta parte cierta danza ha evolucionado hacia una constricción. Se ha abandonado la expansión, pero no por ello el baile.Los errores en PIM o El Loco Universal comienzan con el uso de esa estética que tanto tiene de neofascista, donde unos trajes desarticulados y uniformes ocultan el cuerpo durante gran parte del espectáculo. La cercanía con el Marat Sade de Peter Brook y el May B de Maguy Marin (que también trata de la locura) se vuelve pecaminosa y falla una pretendida actuación enajenada que se queda en miradas fijas y alardes histéricos.
Ballet Contemporáneo Yauzkari
Coreografía: José Laínez. Música: Henry Purcell y G. Ligetti. Escenografía: David L. Martínez. Centro de Nuevas Tendencias Escénicas. Sala Olimpia. Madrid, 12 de noviembre.
Los aciertos están en la escenografía y la iluminación y en ese personaje rector en forma de estantigua isabelina, como un cuadro de Pantoja de la Cruz que se animara. Todo se enmaraña cuando la acción no transcurre con fluidez. Falta guión o encadenamiento, falta organicidad. Hay poses válidas que dan fe de una buena invención, pero falta estructura, la manera de enlazar movimientos que es el eje de toda solución coreográfica.
Feísmo tenebrista
Insiste Laínez en un feísmo tenebrista que ya ha pasado de moda, donde se destruye un sistema de valores determinado, pero ¿qué se ofrece a cambio? ¿Cual es la alternativa de lenguaje escénico? El espectáculo está terminado, se ve incluso que es una producción costosa y pulida, mostrando un salto de calidad con respecto a las ofertas anteriores del grupo. Pero aún no hay una manera definida de trabajar. La variación de ballet es un buen ejemplo: pastiche innecesario y mal bailado donde las piruetas no son piruetas, quedando como un alarde que nada aporta y, por el contrario, evidencia la falta de baile en el resto de la obra. El final, que mucho recuerda al del May B, esa especie de viaje a la nada de los locos está falto de grandeza. Durante la obra se respira una tensión que no crece, no hay clímax y, por tanto, tampoco progresan las ideas que encierra la danza. Es como si se quisieran decir muchas cosas, con demasiados elementos sueltos, y nada se llega a concretar. Una influencia mal asimilada es tan grave como la falta de inspiración.La crisis que respira la obra del grupo Yauzkari es la de toda la danza española contemporánea. Sin llamarnos a engaño, en la Península estamos a considerable distancia de la corriente que invade el resto de Europa. Muchos son los factores que han incidido en esto; imitar superficialmente aquellos modos es recurrente, falso y traicionero.
Babelia
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