Burocracia del cambio
Ahora que se habla tanto de la reforma de la Administración y hasta se proyecta que sea valorado el trabajo tanto como la categoría, repaso lo que ha sido mi paso por ella y pienso con bastante escepticismo si alguna vez se podrá lograr que no sea aquella que con tan aguda visión describió Larra.Hace ya 15 años entré con enorme ilusión, ya que era mi primer trabajo, a desempeñar un puesto de relaciones públicas en el Palacio de Congresos y Exposiciones. Acababa de inaugurarse y, aunque mi misión ea limitada, puse todo mi empeño en convertir ese palacio en algo que demostrara y reflejara una parte de la cultura española. La exposición permanente de pintura contemporánea con nombres como Eusebio Sempere, Guerrero, Modesto Cuixart, Caballero, Rafael Canogar, Viola, Vaquero Turcios, etcétera, convirtió aquellas paredes desoladas en un orgullo para mí. Los comedores llenos a rebosar, cita de tantas personas de la cultura y de la política, creo sin asomo de vanidad que fueron en parte obra mía.
Hacía jornadas, sin que nadie me obligara a ello, de nueve de la mañana hasta la noche, y jamás cobré ni solicité una hora extraordinaria. Como compensación a casi cinco años me relegaron a la portería del ministerio. Lo llevé durante cuatro años con dignidad y un tanto de ironía.
Visité a ministros, subsecretarios, y hasta un ministro, en respuesta a un artículo de Francisco Umbral, prometió en la Prensa que mi situación anómala sería corregida.
Como tal cosa no se produjo, quise retirarme. Me encontré con que la Administración me había tenido sin Seguridad Social durante esos primeros cinco años. Gracias a Eugenio Nasarre, subsecretario entonces, y a Gómez Ortiz, jefe de servicios, únicas personas a quienes debo un interés verdadero, se logró subsanar esa falta.
Durante los últimos años he tratado inútilmente de que se me hiciera justicia. Es doloroso para mí pensar que no ha sido así. Ahora que me he visto obligada a jubilarme con una graduación que no es la mía me pregunto si esa burocracia contra la que yo tanto he luchado podrá cambiar algún día, pero temo que esa mediocridad en donde se esconden tantas pequeñas maldades logrará destruir lentamente a todo aquel que entre en ella con honradez y buena voluntad.- Felicidad Blanc. .
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